«La verdad es el alma de los honestos. La mentira la de los cobardes. La traición la de los miserables». Simón Bolívar.
Alguna vez quien no ha escuchado decir que entre cielo y tierra no hay nada oculto. Muchos de los que leen hoy esta entrega seguramente recuerden algo así. Eso sucede en la vida cotidiana, en el hogar, trabajo, estudios o en cualquier lugar de la convivencia humana, cuando alguien no dice la verdad, no habla claro u oculta algo que más temprano que tarde termina por saberse y lo que sigue es lamento, rechinar de dientes, molestia, arrechera y un depresión.
En la política venezolana ese escenario es similar en el desencanto de mucha gente cuando le mienten. A nadie, salvo a gente que podría decirse que son masoquistas, esperando aún algo bueno de la Revolución del Siglo XXI, al común de las personas no les agrada que no le digan la verdad o tener que oír mentiras piadosas. Al final del camino eso produce rechazo, frustración, temor, pánico y miedo.
Ojalá en mi aprehensión esté equivocado, pero son muchas las cosas que me llevan a creer que otra frustración está en puertas, cuando vemos que en el camino de las Primarias opositoras hay exagerada emoción, pasión, euforia y sentimiento, algo que no es malo, siempre y cuando, la razón y el tener bien puestos los pies sobre la tierra, no sean dejados a un lado del camino. Los impulsos desmedidos y la ceguera emocional no son buena conseja.
Nadie en su sano juicio negará que María Corina Machado tiene la primera opción de ganar las elecciones del 22 de octubre. Lo dicen los estudios de opinión, los sondeos. Negarlo sería como le pasó a Pedro cuando antes que cantara el gallo tres veces, negó conocer a Jesús. Claro, asustado, nervioso y aterrado el discípulo del hijo de Dios mintió en tres momentos. No le quedó de otra para evitar su detención y martirio.
Ahora bien, en este plano terrenal existe un gobierno pícaro, tramposo, embustero y manipulador que quizá permita o no que la dirigente de Vente Venezuela y el resto de los aspirantes, sigan corriendo a la meta del día de elecciones Primarias. En Miraflores no es la figura de ella, de Henrique Capriles o de Freddy Superlano lo que más les preocupe. Les produce insomnio, nerviosismo, terror y pavor que más de 90 por ciento de los venezolanos desea cambio. Un sólo candidato (a) en unidad es suficiente para derrotarlos.
No obstante, el gobierno de Miraflores tiene el toro agarrado por los cachos y no va a transigir habilitando a ninguno de los tres para que el que gane lo confronte en 2024, cuando lo seguro es que sufrirá un revolcón electoral. Ella, Superlano y Capriles lo saben. Están inhabilitados y son víctimas, según el diccionario de «restricción a la capacidad de obrar de una persona, consistente en la privación de un derecho o suspensión de su ejercicio, impuesta por la ley o como sanción a raíz de la comisión de un hecho antijurídico».
En lenguaje accesible, coloquial y sencillo significa que si alguno de los tres gana las Primarias no podrá inscribir su nombre ante el CNE para convertirse en el candidato de la Plataforma Unitaria Democrática. La actuación anticonstitucional, cobarde, cagona y abusiva del gobierno le pone énfasis en no habilitarlos, —regresándoles sus derechos políticos-–, ni que lo ordene un Tribunal Divino o La Corte Celestial. Saben que los votos están de este lado en cualquier rincón del país donde el sufrimiento de la gente es diario y parejo.
El gobierno no cesará en el uso de mecanismos «legales» para ganar tiempo, pudiendo llegar, inclusive, a declarar nula y suspender el proceso de Primarias. No olvidemos la actuación que ha tenido la Sala Electoral del TSJ en eventos electorales anteriores, cuando ha favorecido la línea política del oficialismo y no el interés de la mayoría de los venezolanos. Machado, Capriles y Superlano son conscientes y lo saben.
Los dos últimos en declaraciones han admitido que de ganar estarían dispuestos a echarse a un lado, permitiendo que un aspirante habilitado tome su lugar y confronte al candidato oficialista que representa el continuismo. María Corina Machado, sobre quien pesa una inhabilitación que viola su derecho constitucional de elegir o ser electa a un cargo de representación popular, dice que llegará «hasta el final».
Mis respetos, primero, por ser una dama. En segundo término que su sanción le vulnera un derecho muy claro en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, pero en el lenguaje político esa expresión connota «falsas promesas que son populares, pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para convencer a los ciudadanos y convertirlos en instrumento de la propia ambición política».
Es una verdad inequívoca, dura y fuerte. Muy cierta. Quizá la señora Machado, no lo sabemos, puede que esté haciendo uso de una estrategia —que en la guerra no se revela—, con esa frase repetitiva de ir «hasta el final». Si es eso, ha logrado su propósito de desencajar el rostro de voceros del gobierno de primera línea, nerviosos y asustados, digamos, mucho más cuando analizan fotos y videos de sus giras que espían en el interior del país o a través de las redes sociales.
Si no es así, la suya sería una acción temeraria. Los venezolanos no admitimos ni merecemos ser una suerte de voluntarios disponibles, cual especie de ratones de laboratorio, con quienes se quiera experimentar o probar algo sin resultados claros o seguros. No olvidemos «la salida» donde valiosas vidas mancharon las calles de sangre. También estamos cansados de frases vacías o huecas del «vamos bien» o en «seis meses sacamos a Maduro». El enlace del discurso de cualquier dirigente con la acción política pasa por conectar su corazón, lengua y cerebro, vale decir, tener conexión en la expresión del sentimiento, palabra y coherencia mental.
No hay otra salida distinta a la electoral —si hay alguna mejor sería bueno saberla—, porque algo es seguro y es que el gobierno hará uso de la «receta Nicaragüense» a la que recurrió Daniel Ortega Saavedra para quitarse de encima a siete de sus rivales a quienes sacó y desterró del país centroamericano, apropiándose de la presidencia para un cuarto mandato. Son atajos y subterfugios «legales» que sus camaradas venezolanos seguro ya deben haber revisado, analizado y estudiado. Ello no significa claudicar o tirar la toalla. Si gana un inhabilitado y no lo permite la «Ley» un habilitado estará detrás y, detrás de éste, otro y los que sean necesarios.
La candidata María Corina Machado a lo mejor ya lo habrá pensado. Quizá no, pero es de ella y solamente de ella la responsabilidad de decidir que sea Velásquez, Caleca, Prosperi, Pérez Viva, Solorzano o alguno de los otros inscritos el candidato de la transición. Si prefiere dejar de lado el buen juicio, sensatez, humildad, prudencia, cordura y discreción llevará a millones a un callejón sin salida, abismo o a más frustración que significaría extenderle, renovarle y oxigenarle la vida a la peor forma ideológica de gobierno que ha tenido Venezuela a lo largo de su vida republicana. ¡Amanecerá y Veremos!.
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José Aranguibel Carrasco
CNP-5003
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