Piero Sakkal, tiene 79 años de edad, nació en la ciudad de Alepo y hoy es el protagonista de Los Que Llegaron al Zulia y se Quedaron, XI entrega . Su historia de vida es la de otros sirios, libaneses, jordanos, turcos o de otras nacionalidades del mundo, que llegaron a Venezuela durante el siglo pasado buscando una mejor calidad de vida.
Los Que Llegaron al Zulia y se Quedaron
No recuerda ni nunca sacó cuentas de los kilómetros que le tocó caminar durante veinte años cada día con la salida del sol, cuando muy joven, recorría las calles de Maracaibo en su novedoso oficio de vendedor ambulante de mercancía que más luego la gente identificaría y se haría muy popular la frase «ahí viene, llegó el turco, trajo mercancía».
Su primera impresión desde su llegada a la Tierra del Sol Amada, 56 años atrás en el año de 1.969, sucedió un día después de arribar a la capital del estado Zulia, durante la tragedia de la urbanización La Trinidad que sacudió al país, cuando un avión de Viasa que despegó del aeropuerto Grano de Oro cayó a tierra, muriendo 155 personas entre tripulación, pasajeros y habitantes de Ziruma y La Trinidad. Casualidad o no, él andaba con un primo cerca del área del accidente.
En esa terminal aérea el día antes, 15 de marzo, procedente de Maiquetía, Piero Sakkal, ya con 22 años de edad, llegó con su mamá, María Heineich (+), su hermana, Farize (+) y el menor de todos, Jorge. Los esperaban el mayor de los hermanos, Abelardo (+), residente de Maracaibo desde 1.956 y su papá, Antonio Sakkal (+), quien llegó años después que el primogénito de la familia.
Piero Sakkal, tiene 79 años de edad, nació en la ciudad de Alepo y hoy es el protagonista de Los Que Llegaron al Zulia y se Quedaron, XI entrega. Su historia de vida es la de otros sirios, libaneses, jordanos, turcos o de otras nacionalidades del mundo, que llegaron a Venezuela durante el siglo pasado buscando una mejor calidad de vida.
Siria camino a la violencia
En su país de nacimiento, Piero Sakkal, había culminado su educación primaria, secundaria y había iniciado en El Líbano, país vecino, los estudios superiores en Ciencias Políticas, pero su continuación la suspendió, porque su primo, Simón, quien estaba en Maracaibo, cada vez que hablaban lo animaba, «embullaba» y exhortaba a venirse a Venezuela, donde, le aseguraba, había muchas oportunidades económicas, laborales y la gente disfrutaba de una buena calidad de vida.
En esa década, –finales de 1.960–, la situación geopolítica del Medio Oriente no era fácil y la normalidad en esa zona de la tierra era un tema muy frágil, delicado, que se convirtió en volátil luego de la Guerra de los Seis Días entre Israel y algunas naciones árabes en 1.967. Esa conflagración bélica derivó en una desestabilización política que ha crecido a través de los años.
Hay algo en el recuerdo de Piero Sakkal que no olvida a pesar de los años transcurridos. Lamenta, pero no está arrepentido el no haber podido obtener un título universitario. Su sueño, más su juventud, fueron los catalizadores, el motivo suficiente para dar un paso adelante, cuando la familia decidió venirse a esta parte del mundo a un país llamado Venezuela del que tanto le hablaba Simón.
Síguenos en Instagram
Síguenos en TikTok

Duro comienzo en la calle
Su hermano Abelardo (+), ya con trece años de residencia en Maracaibo, estable y solvente económicamente, ofreció financiar sus estudios en el país que él hubiese querido, pero Piero Sakkal tenía, –entre ceja y ceja–, el deseo de venir a Venezuela, donde los seis miembros de la familia se integrarían a esta nueva sociedad en un país desconocido, distinto culturalmente a Siria, donde, además, no había guerra.
Sakkal está inmensamente agradecido con su desaparecido hermano a quien, además del respeto por ser el mayor, le debe el consejo oportuno, su orientación y el haber sido un guía, una luz en el camino, que le transmitió valores éticos, familiares y de responsabilidad. El «tenía la facilidad de pagarme mis estudios universitarios en el país que yo quisiera, pero no le hice caso», recuerda.
Durante su vida laboral en el desempeño de ofrecer mercancía a consignación, «buena, bonita y barata», no olvida que su principal herramienta de trabajo fue una maleta, donde, ropa interior, telas, pantalones, camisas o cualquier artículo indispensable de uso en el hogar, –sin dificultad de entrar en la maleta–, las ofrecía por esas calles de Dios, donde nunca le faltó clientela dispuesta a comprarle al «turco» que recorría largos trechos, bajo un sol sofocante entre barriadas y sectores populares de Maracaibo.
No nació el día de decirle «no» al trabajo. Caminó durante 19 o 20 años por asfalto, vías de tierra y camellones.
Al principio Abelardo (+) le asignó camioneta y chofer mientras se adaptaba y conocía el idioma para que luego pudiera desenvolverse por si sólo en la calle. Nunca se cansó, agotó o desmotivó en la actividad que desarrollaba cada día desde muy temprano.
Dice, por ejemplo, que comenzaba la faena en Santa Lucía y el final del día podía terminarlo en Valle Frío, Cerros de Marín o en cualquier otro sector en la ciudad que seguía en crecimiento. La actividad económica de los «turcos» quedó grabada en la historia citadina de Maracaibo durante años. ¿Quién no recuerda a alguno?.
Eso le permitió a Piero Sakkal y a otros de sus «paisanos» desarrollar una forma de ganarse el pan diario que era el sustento de sus familias. El cansancio del esfuerzo físico permitió compensar el sacrificio de esas personas, ahorrando dinero para emprender otras actividades. En el caso de Piero Sakkal y sus hermanos, años después, desarrollarían la actividad de la carpintería industrial.
Víctima de la xenofobia
Sin embargo, no olvida que todo no sería color de rosa. El y muchos que llegaron de otros países, ejemplo de Colombia, fueron víctimas de la xenofobia. Afirma que en las decisiones tomadas «en mi vida nunca me arrepiento de lo que hago, pero esa vez al año o dos que llegué, un medio día en Valle Frío, debajo de un Cují y sentado sobre la maleta con la que vine de allá, me puse a pensar ¿pero bueno qué hice yo con mi vida?.
En ese momento refiere que en silencio, muy nostálgico, melancólico y afligido pensaba porque él siendo un «joven, estudiante, con tantos amigos conocidos en mi zona, en mi barrio allá, me vine para acá a ser humillado. Y comencé a entender que le decían a uno turco perro. ¡Ustedes lo que vienen aquí es a robar y a atracar!. Había mucha xenofobia», dice.
¿Qué pasó ahí?, pregunta y asegura que eso le produjo «nostalgia y un arrepentimiento, porque ví que bajé de calidad de vida y de prestigio personal. Ya no era aquella persona que pensé que al llegar aquí al poco tiempo iba a ganar dinero, a hacer fortuna y a estar con prestigio como cuando estaba en mi país. ¿Por qué digo esto?.
«Porque mi hermano mayor que estaba aquí cuando supo que yo y el resto de la familia veníamos, él casi me rogaba. ¡Piero no vengáis para aca, termina los estudios. ¿Dónde queréis estudiar?. En Italia, Alemania o Francia. El quería que me formara afuera. Hazte un profesional y después si quieres vente para acá».

¿Usted le hizo más caso a su primo?
«Claro, porque yo sabía que la situación profesional allá, en aquellos tiempos no me iba a ayudar en nada para hacerme un futuro. Piero, me decía el primo, por ejemplo, un vendedor de cafecito en el centro hacía a diario 200 o 300 bolívares. La moneda allá, la lira siria, era igual al cambio que aquí a 4, 30 el dólar.
«Yo», prosigue, «sabía que no me podía regresar porque habíamos vendido el apartamento que teníamos allá y el dinero lo trajimos como un capital para arrancar un negocio aquí. Cuando él –su hermano Abelardo– me preguntó, le contesté que no iba a seguir estudiando. Yo voy para allá le dije y para venirme yo sólo, cuando mi hermano y mi papá estaban aquí, decidimos venirnos toda la familia».
Apasionado de la gaita
En mi larga carrera en el periodismo por primera vez me consigo con una persona que no habiendo nacido en otra región de Venezuela, sino muy lejos de nuestras fronteras, le apasione, guste y disfrute tanto el género musical por excelencia del estado Zulia: la gaita.
En su casa vive sólo con la mujer que le flechó el corazón cuando él tenía 45 años. Piero Sakkal emulando a un buen timonel de barco, arrió a esa edad las velas de la soltería. Decidió unirse con la zuliana, María Virginia Leal Araujo, de cuya unión nacieron María Virginia y María Pierina, profesionales de la arquitectura y la contaduría pública, respectivamente, ambas fuera del país.
Ellas hoy atienden a sus padres en reciprocidad no sólo como deber de un buen hijo. Son sus descendientes directas, formadas en valores cristianos aprendidos en el hogar. No sólo les dieron la vida, sino valores católicos y familiares en la enseñanza recibida a diario bajo el techo donde crecieron. Piero Sakkal y su esposa, María Virginia, sólo están a la espera del día de poder ver el nacimiento de los nietos.
Cree que por muchos años el gusto por la gaita ha sido la mejor conexión entre él y la gente de Maracaibo.
Lo que lo «amarró», acercó y lo condujo a ser parte de sentirse «otro maracucho», es la manera y conducta del «ser maracucho, su autenticidad y sinceridad. Eso pega mucho, es la química con mi manera de ser. Me gustó mucho.
- «Muchos paisanos me decían, ¿verga no parecéis árabe? ¿cómo qué ya se te olvidó?. Una persona como yo tenía CD, en aquellos tiempos como 200 de gaitas y en casettes como diez de música árabe. En Venezuela me siguen gustando tres cosas. Sus paisajes, su música y otra que no puedo por la edad –risas–. Agrega que «adora la música venezolana. Me fascina».
En dos sitios de su residencia, Piero Sakkal tiene radios receptores a través de los cuales escucha sus programas gaiteros favoritos, porque «la gaita me apasiona». Cercano a cumplir seis décadas en su patria adoptiva no olvida la tierra donde vino al mundo. Quiso regresar de visita 15 años atrás, llevando a sus hijas aun pequeñas, pero la seguridad personal en el Medio Oriente no era, hoy tampoco, garantía para exponer a su familia.
Esta es la historia de vida de Piero Sakkal, otro inmigrante merecedor de un bien ganado «Certificado de Zulianida». Llegó a la Tierra del Sol Amada a contribuir con el desarrollo del estado Zulia, desde su puesto de lucha en la actividad comercial ambulante y la carpintería, cuando tocaba cada puerta de muchos hogares de Maracaibo, anunciando: «Señora llegó el turco».
_______________________________________________
No te vayas sin leer: ¡Los Que Llegaron al Zulia y se Quedaron! El padre Rafael María Conoció personalmente a un santo canonizado por el Papa Juan Pablo II
➡️ Únete a nuestra comunidad DE WHATSAPP de ↪️ laotraversion.com
Mantente informado en nuestros canales de ➡️ WhatsApp
Texto: José Aranguibel Carrasco/ CNP-5003
Fotos: Euclides Molleda