Más allá del ego, la necesidad de votar

Desde esta trinchera de letras, donde las palabras buscan danzar al ritmo de la conciencia, me permito reflexionar sobre un acto que, si bien individual en su ejecución, resuena con una fuerza colectiva innegable: el voto.

En tiempos donde el ruido ensordece y las voces se alzan en un coro de individualismos, es crucial recordar que la necesidad de sufragar trasciende con creces nuestros pequeños universos personales.

A menudo escuchamos argumentos que desestiman la importancia del voto individual, diluyéndolo en la vastedad de un padrón electoral aparentemente inabarcable. Se esgrimen la desilusión con la clase política, la sensación de que «mi voto no hará la diferencia» o incluso la cómoda indiferencia de quienes se sienten ajenos a los avatares del poder. Sin embargo, aferrarse a estas posturas egocéntricas es vendarse los ojos ante la intrincada red de interdependencia que tejemos como sociedad.

Votar no es un acto aislado de autoafirmación, una suerte de «yo estuve allí» democrático. Es, fundamentalmente, un ejercicio de responsabilidad compartida. Es la herramienta primordial que nos permite participar en la construcción del espacio colectivo en el que vivimos, trabajamos, amamos y criamos a nuestros hijos. Al depositar nuestra preferencia en la urna, estamos contribuyendo a dibujar el rostro de nuestro futuro común, influyendo en las decisiones que impactarán directamente nuestras vidas y las de quienes nos rodean.

Pensar que la abstención es una declaración de independencia o una forma de protesta individual es un espejismo peligroso.

En realidad, la ausencia en las urnas no hace más que ceder el poder de decisión a otros, a aquellos que sí creen en la capacidad transformadora del voto, para bien o para mal. Es permitir que agendas ajenas moldeen nuestro entorno sin nuestra voz ni nuestro consentimiento.

La necesidad de votar se arraiga en la comprensión de que somos parte de un tejido social. Las políticas públicas, las leyes que se promulgan, la gestión de los recursos comunes, todo ello tiene un impacto directo en nuestra calidad de vida, desde la seguridad de nuestras calles hasta la educación de nuestros jóvenes, pasando por el acceso a la salud y las oportunidades económicas. Ignorar el proceso electoral es, en última instancia, ignorar nuestra propia realidad y la de nuestros conciudadanos.

Más allá de las simpatías o antipatías partidistas, el acto de votar nos invita a considerar el bienestar general por encima de los intereses particulares. Nos exige analizar propuestas, evaluar trayectorias y elegir a aquellos que, a nuestro juicio, representarán de la mejor manera los anhelos y las necesidades de la mayoría. Es un ejercicio de empatía cívica, de reconocer que nuestro destino individual está intrínsecamente ligado al destino colectivo.

En este Zulia nuestro, vibrante y resiliente, con su rica historia y sus desafíos presentes, la participación activa en la vida democrática se vuelve aún más crucial.

Nuestra voz, diversa y plural, debe resonar con fuerza en las urnas para construir un futuro donde la justicia, la equidad y el progreso sean pilares fundamentales.

Dejemos a un lado la miopía del ego y abracemos la visión panorámica de la ciudadanía responsable. La necesidad de votar no es una imposición, sino una oportunidad, un derecho conquistado con esfuerzo y un deber ineludible para construir la sociedad que anhelamos.

Que la próxima cita electoral nos encuentre a todos, con la conciencia despierta y la convicción firme de que nuestro voto, por humilde que parezca, es una pieza fundamental en el mosaico de nuestro futuro colectivo. Te espero el 25 para que escribamos juntos la historia que queremos contar!

___________________________________

Síguenos en Instagram
Síguenos en TikTok
No te vayas sin leer: Simulacro, polarización y riesgos revelados

➡️ Únete a nuestra comunidad DE WHATSAPP de laotraversion.com

Mantente informado en nuestros canales de ➡️ WhatsApp

Sandy Ulacio
Periodista / Analista político

error: Content is protected !!