Harris y Trump llegan al día electoral empatados y a la sombra de denuncias de fraude

Con las elecciones presidenciales estadounidenses en marcha, al menos 78 millones de ciudadanos ya han emitido su voto anticipado, en unos reñidos comicios donde Kamala Harris y Donald Trump se mantienen empatados en las encuestas. No obstante, expertos y votantes temen que el caos se desate bajo la bandera de los reclamos republicanos por un ‘fraude electoral’. 

La carrera por la Casa Blanca llega a su fin, con candidatos empatados en las encuestas

Los centros de votación, repletos de voluntarios y oficiales electorales, realizan los últimos preparativos para recibir a los millones de estadounidenses que tienen la misión de elegir a su próximo gobernante, cimentando el clímax de un proceso electoral marcado por la profunda división social y con candidatos empatados en las encuestas

La vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris, llega al día electoral con una mínima ventaja virtual en las encuestas previas a los comicios, con un 48% de la intención del voto popular a su nombre, según la casa encuestadora Five Thirty Eight. El expresidente y candidato republicano, Donald Trump, goza de un 46,9%.

Siguiendo el hecho de que las encuestas electorales más reconocidas regularmente admiten un margen de error por uno o dos puntos porcentuales, el primer lugar de la demócrata está lejos de estar asegurado, abriendo la puerta a uno de los comicios más reñidos en la historia reciente en Estados Unidos, donde el índice de participación va a ser crucial para las aspiraciones de ambos candidatos.

La sorpresiva irrupción de Harris tras la renuncia a la candidatura del presidente, Joe Biden, estuvo acompañada de un fervor dentro de las filas del Partido Demócrata que elevó súbitamente la candidatura de la vicepresidenta en las encuestas.

Se trata de un repunte que se vio rivalizado por la retórica trumpista que convence dentro del conservadurismo y ha esparcido una nostálgica narrativa que magnifica lo positivo de su presidencia y minimiza lo malo.  Además, construye un escenario de ‘apocalipsis democrática‘, en caso de que Harris llegue a la Presidencia, ideas que han logrado penetrar en gran parte de la ciudadanía y contener la popularidad de la vicepresidenta.

Las campañas de Trump y Harris llegaron al fin de sus campañas en estados claves, apelando a electorados aún indecisos: primero, para incitarlos a votar; segundo, para definir el color de su voto. Ambos candidatos cierran filas en Pensilvania, uno de los siete estados «bisagras» que serán esenciales para la hipotética victoria demócrata o republicana.

Según encuestas citadas por la agencia EFE, Harris aventaja a Trump en dos de los siete estados clave para recabar los votos necesarios en el Colegio Electoral y encumbrarse como la primera presidenta del país: Wisconsin (48,3% – 47,3%) y Michigan (48% – 47%).

Por su parte, Trump lidera las encuestas en Carolina del Norte (48,3% – 47,3%), Georgia (48,4% – 47,2%) y Arizona (48,9% – 46,6%). En Pensilvania y Nevada, los candidatos se encuentran empatados en intención de voto.

Otras encuestas, como la realizada por The New York Times con Siena College, arrojan resultados que le dan ventaja a Harris en Nevada, Carolina del Norte, Wisconsin y Georgia, con Trump solamente liderando en Arizona y un empate técnico en Michigan y Pensilvania. La volatilidad de las distintas encuestas – por uno o dos puntos porcentuales – revela lo cerrado de la contienda.

Después de sus mítines finales, los candidatos ponen rumbo a sus respectivos cuartos de espera para vivir la jornada electoral, materializando dos realidades separadas y contrastantes. Trump esperará los resultados en su residencia de Palm Beach, Florida, mientras que Harris se resguarda en la Universidad Howard de Washington, institución histórica para el movimiento afroamericano y alma mater de la vicepresidenta.

¿Cuándo podemos esperar los resultados?

Esperando que la jornada se desarrolle con normalidad, la noche electoral estadounidense se vislumbra muy larga, con dudas sobre si el nombre del ganador, o ganadora, sea revelado el mismo día. Las urnas abren en distintos horarios a lo largo del territorio estadounidense – la mayoría arrancan funciones entre 7:00 y 9:00 horas (hora local) – y estarán recibiendo votos hasta las 23.00 horas (hora local) en algunos estados.

Los resultados de los comicios irán saliendo conforme cierren las mesas electorales. Por obviedad, en los estados donde cierren más temprano, los resultados preliminares saldrán antes, mientras que los que más alarguen la jornada, tardarán más en el conteo. Además, la legislación estatal referente al conteo de votos influye en la rapidez con la que los resultados comiencen a revelarse.

Estados como Florida o Arizona tienen legislaciones más laxas en torno al conteo del voto por correo, por lo que son reconocidos como territorios en donde el recuento electoral es sumamente ágil, mientras que en lugares como Pensilvania o Wisconsin, las reglas locales evitan que se cuenten los votos por correo antes del día de la elección, lo que alarga el recuento.

En una elección tan competida, el proceso de conteo puede alargarse por horas, o hasta días. En 2020, los oficiales de Pensilvania tardaron cuatro días después de la elección para declarar a Joe Biden como el ganador del estado, aunque en 2016, Hillary Clinton salió la mañana después del día electoral para reconocer su derrota contra Trump. La tardanza en los resultados depende de que tan ajustadas estén las votaciones en cada estado.

La campaña de Harris reconoce que es posible que no se conozca un resultado sólido hasta pasados días después del 5 de noviembre, pidiendo calma a la ciudadanía estadounidense con relación al conteo y mostrando también su confianza con el sistema electoral del país. Harris afirma que serán los comicios «más seguros en la historia del país».

«Creemos que esta carrera va a ser increíblemente reñida, por lo que es posible que no sepamos los resultados finales de esta elección durante varios días», indicó Jen O’Malley Dilon, directora de la campaña de la vicepresidenta, en llamada con medios locales.

Además, la campaña demócrata vaticina que Trump aprovechará los momentos de incertidumbre en la jornada electoral para «proclamar una victoria prematura», empuñando una estrategia para presionar a los estados a agilizar el conteo.

Las sospechas demócratas no están tan alejadas de la realidad.

En un rally trumpista en Pensilvania el pasado 3 de noviembre, el expresidente demandó a las autoridades electorales que los resultados sean presentados en la misma noche del 5 de noviembre. «Tienen que estar decididos a las 9, 10 u 11 de la noche del martes (…) Manojo de gente torcida. Son gente corrupta», expresó el republicano.

La insistencia en la campaña trumpista porque se acelere el recuento de boletas intenta incubar en sus seguidores una idea errónea sobre la naturaleza del sistema electoral estadounidense, sobre el cual la narrativa del expresidente ha postrado numerosas dudas sobre su legitimidad y transparencia durante la campaña, con los alegatos de fraude electoral en 2020 como piedra angular en sus cuestionamientos.

«¿Aceptaría los resultados de las elecciones independientemente de quién gane?»

En el debate de junio, los moderadores preguntaron a Trump, «¿aceptaría los resultados de las elecciones independientemente de quién gane?», a lo que el mandatario respondió crudamente: «Si es una elección justa y legal y buena, absolutamente».

La tónica que abandera el movimiento trumpista desde la derrota del mandatario en 2020 ha impulsado una campaña de desprestigio en contra de las instituciones democráticas estadounidenses, cuyos efectos fueron palpables en el camino al 5 de noviembre y amenazan con intensificarse durante la noche electoral.

Las sombras del ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021, protagonizado por una turba conservadora incendiada por los alegatos de fraude expresados por Trump desde la Casa Blanca, se acuerpan cuatro años después.

Durante toda la campaña republicana, el exmandatario ha criticado en numerosas ocasiones el sistema electoral estadounidense, escupiendo múltiples teorías de conspiración infundadas que afectan la legitimidad de la democracia estadounidense.

Desde acusaciones al Partido Demócrata por presuntamente movilizar personas migrantes en situación irregular para votar por Harris, hasta señalar la corrupción del infame ‘Estado Profundo’ por amañar los resultados electorales. Para algunos expertos, Trump ha estado «preparando el terreno» para rechazar una posible victoria de Harris este 5 de noviembre.

«Ya vemos que el candidato (Trump) está preparando el terreno, como ya lo había hecho en elecciones pasadas también. Usando TruthSocial y sus discursos, en los que ya vemos que se centra en Pensilvania, diciendo que hay fraude electoral (…) Es el mismo libro que ha utilizado en otras ocasiones y que se espera que utilice nuevamente si las cosas no van como él espera en la elección», sentenció Rodrigo Cetina, analista político y experto en políticas públicas, para France24.

Los pronósticos sobre un posible rechazo trumpista a cualquier resultado que no sea su victoria se hacen más reales con la actividad del expresidente en sus redes sociales. A través de su perfil de su red social TruthSocial, Trump afirmó que su campaña había encontrado pruebas de irregularidades en los preparativos electorales y presuntas «boletas falsas».

«Los atrapamos ENGAÑANDO A LO GRANDE en Pensilvania. Deben anunciarlo y FISCALIZAR, ¡YA!», escribió el también magnate neoyorquino el pasado 31 de octubre.

Otras voces, que ya dan por sentada la actitud de rechazo en el grupo cercano a Trump y sus seguidores, van más allá de la posibilidad de los alegatos de fraude: ¿Hasta dónde podrían llegar los partidarios de Trump si él rechaza los resultados electorales?

«He estado observando con creciente alarma cómo Trump y la gente que le rodea expresan la certeza de que va a ganar – y que, si pierde, significará que las elecciones estaban amañadas. Lo que me pregunto es hasta qué punto se movilizarían sus partidarios en caso de una victoria ajustada de Harris, hasta dónde llegarían.», escribió Andrew Prokop, corresponsal en jefe sobre política para la revista ‘Vox’.

La suma a cuatro esquinas entre el crispado ambiente electoral en el país, el auge de la violencia política, el fanatismo en el movimiento trumpista y la retórica conspirativa del controversial exmandatario, representa una fórmula que abre un peligroso e incierto panorama que asola las mentes de los votantes, cuyos sentires en torno al 5 de noviembre se resumen en una palabra: miedo.

«Todo el mundo está mareado, ansioso y temeroso por lo que ocurra en la noche electoral. Eso no debería ser lo que ofrece nuestro país», dijo Douglas Brinkley, historiador en la Universidad de Rice, para el ‘ The New York Times’. Bill Knapp, de 70 años, se dijo «preocupado por la violencia» durante las elecciones.

La vicepresidenta estadounidense dijo que Washington «esta preparado para responder» a un eventual escenario de rechazo electoral por parte de Trump, y la subsecuente movilización de sus partidarios. «Tristemente, estamos preparados si lo hace y, si sabemos que realmente está manipulando a la prensa e intentando manipular el consenso del pueblo estadounidense (…) estamos preparados para responder», dijo Harris en una entrevista con ‘ABC’ en octubre.

La carrera presidencial que enfrasco a los candidatos en mitines políticos, debates y entrevistas televisadas culminó, pero el momento más tenso del proceso democrático, el día de elecciones, está apenas por comenzar.

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