Del 21 de octubre al 1 de noviembre, Colombia será la encargada de albergar la COP16, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, en la que se buscarán acuerdos de impacto regional y mundial en la materia. Sin embargo, en medio de los preparativos en Cali, ciudad colombiana anfitriona del evento, han surgido debates en torno a algunos temas como la seguridad y el efecto real de estas reuniones.
En los últimos años, algunos conceptos han tomado una fuerza especial en todo el mundo, pero especialmente en las zonas que albergan la mayor biodiversidad de nuestro planeta se ha encumbrado la discusión sobre la protección del medio ambiente, sus ecosistemas y la lucha contra la crisis climática, la cual amenaza con consecuencias que, según advierte la comunidad científica, llevarían a la Tierra a un punto de no retorno (con aumento de temperaturas, aumento del nivel del mar y catástrofes naturales, entre otros).
América Latina es una de las zonas con más bosques húmedos del mundo y, por eso, en la región la protección del medio ambiente es un tema que está cobrando cada vez más importancia.
«La naturaleza es nuestra vida, debemos protegerla», reza una de las frases del pueblo kichwa, presente en Ecuador, Perú y Colombia.
Y es que la región cuenta con algunos de los territorios más biodiversos del mundo, es decir, con más variedad de especies de seres vivos. Y estos no se limitan a la Amazonía -uno de los ecosistemas más importantes del mundo-, sino que van desde el Pantanal en Brasil, la Patagonia compartida por Argentina y Chile o la selva del Darién, que separa a Colombia de Panamá. Y esos son solo algunos de los ejemplos de la abundante biodiversidad de América Latina.
Las amenazas y necesidad de protección de estos tesoros naturales megadiversos han convertido su protección en un tema político. Cada vez hay más interés en su preservación y se exigen más acciones de los Gobiernos.
Por eso, ahora la protección del medio ambiente está en las agendas políticas de la mayoría de las Administraciones regionales: hay ministerios de Medio Ambiente en casi todos los países, se lanzan promesas electorales sobre la protección de la biodiversidad y los pueblos originarios -clave para la preservación de los ecosistemas- y se promueven conferencias nacionales e internacionales para abordar e intentar resolver las problemáticas ambientales -como es el caso de la COP16-.
Un claro cambio de paradigma respecto al siglo pasado, cuando el medio ambiente era un tema más que secundario frente a otros asuntos políticos, como las relaciones internacionales o la economía. Pero ahora la premisa es otra: ‘salvar el planeta para las generaciones futuras’.
“Probaremos una vez más que es posible generar riqueza sin destruir el medioambiente”, sostuvo el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, el 31 de octubre de 2022, en su primer discurso después de ganar las elecciones por tercera vez en el país.
El mandatario brasileño es uno de los líderes regionales que defiende este cambio de discurso respecto a la protección del medio ambiente, ya que cuando fue elegido presidente por primera vez, en 2002, la protección del medio ambiente no figuraba entre sus promesas electorales, ni fue una de sus prioridades durante sus dos primeros gobiernos.
Y no es el único que ha incluido la protección medioambiental en su agenda política.
«La ciencia dice que si se quema la selva amazónica no hay retorno posible, porque el cambio del clima será de tal fortaleza que las cadenas naturales y de la vida, desde lo más pequeño hasta nosotros los seres humanos, nos acabaremos», afirmó Gustavo Petro, presidente de Colombia, el 14 de septiembre, desde la región colombiana del Guaviare, una de las puertas de entrada a la Amazonía.
Petro es uno de los dirigentes de izquierda que ha prometido cuidar de los ecosistemas de su país y no en vano: Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo, después de Brasil, un hecho especialmente impactante si se tiene en cuenta su tamaño (1.142 millones km²), bastante reducido comparado con otros de la región.
Y ese es justo uno de los motivos por los que el país ha sido seleccionado como anfitrión de la COP16, que se celebrará del 21 de octubre al 1 de noviembre, un espacio para debatir sobre las posibles medidas para proteger la biodiversidad de la región y el mundo entero.
¿Qué es y para qué sirve la COP16?
La COP16, que por sus siglas en inglés significa «Conferencia de las Partes», es una reunión organizada por Naciones Unidas que acoge a Estados y organizaciones regionales gubernamentales y no gubernamentales, junto a otros actores como grupos de la sociedad civil.
«La COP16 tiene como objetivo principal detener la pérdida de biodiversidad global, impulsando estrategias para su conservación y restauración. Entre sus metas específicas se incluyen la adopción de un nuevo Marco Global de Biodiversidad para 2030, el establecimiento de áreas protegidas, la reducción de la contaminación y la promoción de la justicia ecológica, especialmente para pueblos originarios y comunidades rurales», explica Fernando Cortés Vivanco, politólogo, activista ambiental y cofundador de Tandari Asamblea de Jóvenes por la Sostenibilidad, una organización con sede en Ecuador.
Es fundamental la distinción entre las COP dedicadas fundamentalmente a la crisis climáticas, con una edición anual desde 1994 -la próxima edición, la COP29, se celebrará en Azerbaiyán- y las de biodiversidad. No obstante, están estrechamente vinculadas.
De una de estas reuniones sobre la crisis climática nació el Acuerdo de París, firmado durante la COP21 en la capital francesa, en el que los países miembros de Naciones Unidas se comprometieron cumplir con una serie de objetivos para luchar contra el aumento de la temperatura mundial en comparación con los niveles preindustriales -con el objetivo de que este no supere los 1,5 grados centígrados-.
Por otra parte, la cumbre que albergará Cali, como las demás cumbres por la biodiversidad, más allá de la crisis climática, se centrará en combatir la pérdida acelerada de biodiversidad en el mundo.
La COP16 representa al máximo órgano del Convenio sobre la Diversidad Biológica, firmado durante una cumbre en Río de Janeiro, Brasil, en 1992 -y ratificado por todos los países miembros de la ONU menos EE. UU. y El Vaticano- y se celebra cada dos años. Se espera que la edición de este 2024 reúna en torno a 12.000 asistentes.
Este encuentro tiene tres objetivos principales: la conservación de la biodiversidad, el uso sostenible de los recursos naturales -algunos ejemplos son materias primas como la madera o el caucho o la caza y pesca de animales- y un reparto justo de los beneficios generados por este uso sostenible de los recursos.
Los pueblos originarios son fundamentales en la preservación de la biodiversidad. Varios estudios han demostrado que su existencia y relación con la naturaleza es fundamental para esta lucha.
«Hay un pacto sagrado entre los seres humanos y el territorio: ellos habitan el territorio y este, a su vez, también los habita a ellos”, dice Leonor Zalabata, líder del Pueblo Arhuaco de la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, sobre la sinergia entre las personas y el entorno natural.
Y es que, así como la tierra puede existir sin personas, las personas no pueden existir sin la tierra y los recursos naturales que provee.
Por eso, la protección de la biodiversidad en todos sus niveles es fundamental en la región de América Latina y el Caribe. Su degradación, por contra, es un gran problema: con un 94% de pérdida de biodiversidad, la región es la zona del mundo donde se ha registrado una mayor pérdida en las últimas décadas. Aunque, según los expertos, esto tiene una explicación.
«Claramente, nuestra región es una de las que registra más pérdida de biodiversidad porque es una de las zonas más biodiversas del mundo. Este fenómeno se extiende por todo el mundo, pero los puntos más afectados son justo los más biodiversos», apunta Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Medio Ambiente de Colombia, presidente del Foro Nacional Ambiental y reconocido ambientalista en el país, desde Cali, con motivo de la COP16.
En América Latina es necesario generar acciones masivas, multidimensionales y permanentes para transformar nuestro modelo económico extractivo
Y es que, como dice Becerra, el problema no se limita solo a la región. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, se ha registrado la desaparición de 581 especies de animales y plantas en lo que va del siglo XXI en todo el mundo. Las causas de esta degradación a nivel mundial son varias: la crisis climática, la presencia de especies invasoras, la sobreexplotación de los recursos naturales y la contaminación y la urbanización desmesurada.
«En América Latina y el Caribe, los principales factores que han impulsado esta pérdida incluyen la deforestación para la expansión agrícola y ganadera industrial, la extracción de minería y petróleo, y la urbanización no planificada. En particular, la Amazonía se ha llevado lo peor. Estos factores se ven agravados por la falta de democracia ambiental y la debilidad institucional característica de la región. Por eso es necesario generar acciones masivas, multidimensionales y permanentes para transformar nuestro modelo económico primario-extractivo y fortalecer nuestras instituciones e impulsar la participación y justicia ambiental», sostiene Cortés.
Además, los expertos ambientalistas también explican que la crisis climática agrava la pérdida de biodiversidad y, a su vez, la pérdida de biodiversidad agrava la crisis climática.
«La crisis climática acelera la degradación de los ecosistemas al alterar los patrones climáticos, que provocan o intensifican los eventos extremos -como sequías e incendios forestales- que destruyen hábitats. A su vez, la pérdida de biodiversidad agrava el cambio climático, ya que ecosistemas como los bosques tropicales y los humedales, que absorben el carbono, se ven degradados o eliminados», apunta Cortés.
Colombia, además de albergar el 10% de las especies de todo el mundo, también es un país muy expuesto a los peligros de las prácticas que no fomentan la preservación y, como todo el mundo, a los efectos de la crisis climática.
Es decir, muchas de las especies colombianas -de plantas y animales, en tierra y en agua- están en peligro y, por eso, los temas que se discutirán en la conferencia son muy importantes para el país suramericano. Situación que avaló la elección de Colombia como país anfitrión de la conferencia.
La creciente importancia de los temas de preservación también tiene otro claro medidor: se espera que a esta COP asistan al menos diez presidentes regionales y de África y sus ministros de Medio Ambiente. Entre los invitados más destacados figuran Lula Da Silva y Claudia Sheinbaum, presidenta de México.
«La presencia de los jefes de Estado en este tipo de cumbres es fundamental porque, al fin y al cabo, ellos son los que avalan los cambios y acciones políticas que lucharán contra la pérdida de la biodiversidad», apunta Rodríguez Becerra.
Alertas de seguridad: amenazas de grupos armados empañan la COP16
A pesar de la lucha del país por dejar atrás la inseguridad y la violencia, en esta ocasión las amenazas de grupos armados han vuelto a empañar un evento celebrado en territorio colombiano.
La programación del evento en Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, en el suroeste del país, una región golpeada por la violencia y con presencia de grupos armados, abrió la puerta a lo que ya se temía: amenazas de atentados durante la celebración de la cumbre.
Tras una ofensiva del Ejército contra disidentes de las FARC el pasado fin de semana, en la región vecina de Cauca, esta amenazó a la COP16 y recomendó «a los delegados de la comunidad nacional e internacional abstenerse de asistir a este evento». Una situación que atenta contra el lema de esta COP16, «Paz con naturaleza».
No obstante, el Gobierno de Petro ha asegurado que la seguridad no será un problema durante la cumbre. Durante los días del evento, Naciones Unidas será la encargada de la seguridad en la ciudad colombiana, con el respaldo del Gobierno colombiano, que ha garantizado el envío de 10.000 policías y casi 2.000 militares.
«Creemos que Cali y la región están preparadas para la cumbre a pesar de las amenazas de los grupos que se prestan al narcotráfico y a quien claramente no interesa que el evento salga bien. Pero confiamos en que se preste toda la seguridad y se den las garantías para el desarrollo de la cumbre», sostiene Leonardo González, director de Indepaz y del Observatorio de DD. HH. y Conflictividades de Indepaz y experto en el conflicto armado colombiano, ante France 24.
No obstante, tanto ambientalistas como defensores de DD. HH. manifiestan preocupación. Además, estas amenazas recuerdan a la vez que Colombia es el país con más defensores ambientalistas asesinados.
«Nos preocupa mucho que 248 defensoras y defensores ambientales hayan sido asesinados desde el 2016 hasta septiembre de este año y realmente preocupa que, los actores armados en particular, ejerzan tanta violencia contra ellos, que están tratando de proteger sus territorios, sus ecosistemas, su biodiversidad y sus recursos naturales (…) Pero esta cumbre es una oportunidad para mejorar la protección de los defensores ambientales», dijo la representante en Colombia del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Juliette De Rivero, en una entrevista con la agencia EFE.
¿Y las críticas contra la cumbre?
La COP16 no ha estado exenta de críticas. Tanto es así que algunas organizaciones no gubernamentales, como algunos miembros de la organización Indepaz (Instituto de Estudios para el Desarrollo de la Paz) o Salvemos Gorgona -en referencia al Parque Natural Isla Gorgona, un santuario natural en el Pacífico colombiano-, han propuesto un evento alternativo al organizado por la ONU, conocido como COP Divergente.
Muchos de los acuerdos alcanzados en estas cumbres no se han implementado de manera efectiva
Uno de los principales objetos de crítica es el impacto real de la COP16 sobre la preservación del medio natural y, más allá de este evento en concreto, de todas las cumbres de este tipo. Y es que defensores medioambientales y biólogos advierten que, sin una implementación real y adecuada, los acuerdos que se quedan en el papel no tienen un impacto tangible.
«Su impacto real ha sido limitado. Muchos de los acuerdos alcanzados en estas cumbres no se han implementado de manera efectiva. Entonces, aunque las cumbres han creado un marco de acción, la falta de compromiso político y el interés económico de ciertos sectores han impedido un impacto más concreto», apunta Cortés.
«Estamos ante un problema de magnitudes gigantescas y la realidad es que no se está haciendo lo suficiente, no vemos suficientes acciones concretas para frenar esta catástrofe climática que -de seguir así- llegará a un punto de no retorno», defiende Rodríguez, por su parte.
Incluso el presidente del país anfitrión de esta COP, Gustavo Petro, ha cuestionado la eficacia de este tipo de reuniones.
Y, en la línea de otros países con gobiernos de izquierda de la región, como el de Brasil, también ha denunciado el reparto injusto de responsabilidades tanto en la degradación de la biodiversidad como en la crisis climática, ya que las potencias más poderosas del mundo -como EE. UU. o la Unión Europea- son también las que más han contribuido a estas problemáticas.
«Las COP ya no dan respuesta y el tiempo se agotó», dijo Petro durante la COP27 -recordemos, centrada en la crisis climática-, celebrada el año pasado en Shark El Sheik, Egipto.
Las COP ya no dan respuesta y el tiempo se agotó
Pero, más allá de las esperadas críticas de la oposición colombiana, la sorpresa de esta cumbre han sido las críticas de grupos de defensa ambiental. Sin ir más lejos, miembros de Indepaz -la línea oficial de la organización participa y defiende la COP16- y otras organizaciones ambientales respaldan la llamada COP Divergente. ¿El motivo? Aseguran que el objetivo real de estas conferencias es la defensa del capital de las multinacionales y no de la biodiversidad.
«Esto es un episodio más de la mercantilización de la naturaleza y de nuestra diversidad cultural e ideológica«, reza la carta de anuncio de la COP Divergente.
Críticas que chocan frontalmente con lo expresado por Susana Muhamad González, ministra de Medio Ambiente y presidenta de la COP16.
«Si logramos transformar nuestra relación con la naturaleza, así como nuestras prácticas de producción y consumo, y conseguimos que las acciones colectivas impulsen la vida en lugar de destruirla, estaremos abordando los desafíos más importantes de nuestro tiempo (…) La COP16 no es simplemente una cumbre, es el camino que nos permite movilizarnos a nivel global hacia este propósito común», sostiene Muhamad, en la página web oficial de la cumbre.
Estas mismas organizaciones ambientalistas, junto a sus dudas, relanzan la gran pregunta: ¿tendrá la COP16 un impacto real?
«La disputa por la ayuda financiera para seguir desarrollando los cuestionados proyectos de soluciones por naturaleza, bonos de carbono, bonos azules y más capitalismo verde, que despoja pueblos y territorios para profundizar el modelo extractivista, es el objetivo de esta COP, que no estará y nunca lo ha estado, desde la Cumbre de Río, orientada al beneficio de los derechos de los pueblos ancestrales, sino a los negocios de las grandes ONG, los burócratas gubernamentales y las empresas extractivas», sostiene Catalina Toro Pérez, ambientalista, profesora en la Universidad Nacional de Colombia y doctora en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia.
No obstante, otros defensores del medioambiente, como Leonardo González o la ministra de Medio Ambiente colombiana, aseguran que la cumbre tiene un impacto positivo solo por existir porque pone sobre la mesa temas que necesitan ser tratados con urgencia.
«Esta cumbre será especial no solo por celebrarse en uno de los países más diversos del mundo, sino por la necesidad que tiene el planeta de que estos temas se pongan sobre la mesa», asegura González.
Ahora, solo el tiempo y las acciones implementadas tras esta COP16 podrán valorar el impacto real de la cita bianual en uno de los países más biodiversos del mundo.
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