«Sin mí, Trump habría perdido las elecciones», respondió el magnate tecnológico Elon Musk, quien invirtió cientos de millones de dólares en la campaña electoral del republicano. «Qué ingratitud», lamentó.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo este jueves (05.06.2025) que no sabía si seguirá teniendo una buena relación con Elon Musk porque está «muy decepcionado» con sus críticas a su megaproyecto de ley presupuestaria.
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«Elon Musk y yo teníamos una gran relación. No sé si la seguiremos teniendo. Me sorprendió», dijo el líder republicano a periodistas en el despacho oval después de que Musk, hasta hace poco uno de sus más cercanos asesores, calificara de «abominación» el proyecto de ley.
Poco después, Elon Musk respondió. «Cualquier cosa», escribió el hombre más rico del mundo en su red social X sobre un video en el que Trump dice que su exasesor está molesto por la pérdida de subsidios para los vehículos eléctricos.
«Sin mí, Trump habría perdido las elecciones»
«Falso», agregó después de que Trump dijera que Elon Musk pudo ver por adelantado el contenido de lo que el presidente republicano califica de «gran y hermosa ley».
«Sin mí, Trump habría perdido las elecciones», afirmó también el magnate tecnológico, quien invirtió cientos de millones de dólares en la campaña electoral del republicano. «Qué ingratitud», lamentó.
Además, las acciones del fabricante de vehículos eléctricos Tesla cayeron fuertemente en la bolsa de Nueva York este jueves, más de 8,64%, a 303,35 dólares, después de los reproches mutuos entre Musk y Trump.
Trump y Elon Musk se separan y Washington contiene la respiración
Tal vez siempre estuvo destinado a terminar así, con dos multimillonarios publicando mensajes airados sobre el otro en las redes sociales, con los dedos volando sobre las pantallas de sus dispositivos móviles mientras su incandescente disputa se recrudecía por momentos.
Pero aunque el final fuera predecible, no por ello fue menos impactante. Después de largos meses en los que Donald Trump y Elon Musk parecían unidos en su caótica misión de remodelar Washington, su relación implosionó esta semana como una estrella que se convierte en supernova.
Comenzó con Elon Musk quejándose sobre el eje central de la agenda legislativa de Trump, algo que, en un primer momento, el presidente de Estados Unidos se tomó con calma. Al final, Trump dejó escapar que estaba decepcionado con su exasesor, lo que llevó a Musk a desatar una avalancha de insultos y burlas.
Acusó a Trump de traicionar promesas de reducir el gasto federal, compartió una sugerencia de que el presidente debería ser destituido y afirmó sin pruebas que el gobierno estaba ocultando información sobre su relación con el infame pedófilo Jeffrey Epstein. Quizás lo más cruel fue que Musk insistió en que Trump no habría ganado las elecciones del año pasado sin su ayuda.
Trump, que no es de los que se echan atrás en una pelea, no pudo contenerse más. Publicó que Musk había estado “desgastándose”, que le había “pedido que dejara” su administración y que el titán tecnológico se había “vuelto LOCO”.
Tal vez, amenazó Trump, debería ahorrar dinero a los contribuyentes cancelando los contratos y subsidios gubernamentales a las empresas de Elon Musk.
Rencor con mucho en juego
Y así continuó, mientras los liberales saboreaban el espectáculo de ver a sus oponentes políticos más despreciados atacándose mutuamente en el mundo digital y los conservadores se estremecían ante la perspectiva de tener que elegir bando. Laura Loomer, una agitadora de derechas y teórica de la conspiración, vio una oportunidad para posicionarse como la voz de la razón.
“Esta pelea debería trasladarse fuera de internet”, manifestó, por supuesto, en las redes sociales.
La pregunta ahora es si Trump y Elon Musk encontrarán alguna manera de dar un paso atrás en una batalla que está desgarrando una de las relaciones más importantes en la política estadounidense moderna. Si no lo hacen, es difícil predecir hasta dónde podría llegar el impacto de una colisión entre el hombre más poderoso del mundo y el más rico.
En juego están el futuro de las empresas de Musk, incluyendo el fabricante de automóviles eléctricos Tesla y el de cohetes SpaceX; los programas gubernamentales que dependen de la tecnología del empresario multimillonario; la legislación para avanzar en recortes fiscales y otras prioridades de Trump en el Congreso; las posibilidades de los republicanos en las elecciones de mitad de legislatura del próximo año, y todo un ecosistema político que ha orbitado alrededor de la deteriorada asociación de Trump y Musk.
“Es como India y Pakistán”, dijo el representante republicano de Montana Ryan Zinke, refiriéndose a dos naciones con armas nucleares que recientemente se enfrentaron a lo largo de su frontera. “La situación se intensifica y ninguno de los dos parece dar marcha atrás y entender la fuerza del otro.”
Los opuestos se atraen (por un tiempo)
Trump y Elon Musk siempre fueron una pareja extraña, con visiones del mundo opuestas y profundas diferencias generacionales y estilísticas.
Trump, de 78 años, proviene de la vieja escuela inmobiliaria de Nueva York y nunca aparece en público sin traje y corbata a menos que esté en un campo de golf. Antes de postularse para presidente, se hizo famoso como estrella de un reality show.
Musk, de 53, es un inmigrante de Sudáfrica que se hizo rico en Silicon Valley. Además de dirigir Tesla y SpaceX, Musk es dueño de la empresa de redes sociales X. Se ha creado una imagen de “rebelde” de internet, siempre vestido de negro, y su riqueza supera con creces la de Trump.
Pero Trump y Musk son almas gemelas en otros aspectos. Son expertos en generar atención y disfrutan agitando las aguas provocando a sus rivales. Cada uno ha tratado de tener más poder para lograr sus objetivos existenciales. Trump ataca al “Estado profundo” federal que se le resistió durante su primer mandato, mientras Musk advierte que el país se está yendo a la bancarrota por el gasto excesivo y promueve un futuro interplanetario impulsado por su tecnología de cohetes.
Musk apoyó a Trump después del intento de asesinato del candidato republicano en Butler, Pensilvania, y comenzó a invertir millones en su campaña. Su altavoz en las redes sociales fue una poderosa incorporación a la nueva campaña de Trump, amplificando sus esfuerzos para cortejar a líderes tecnológicos y jóvenes muy activos en internet.
Trump rara vez tolera compartir el protagonismo, pero parecía enamorado de su poderoso patrocinador, mencionándolo en discursos y subiéndolo al escenario en mítines.
Aparecen las grietas
Musk intentó consolidarse como el asesor omnisciente y omnipresente del republicano. Presidía reuniones del gobierno, dormía en el Dormitorio Lincoln y se servía helado de caramelo de la cocina de la Casa Blanca.
La burocracia federal prácticamente temblaba ante Musk, quien supervisaba despidos y reducciones de personal con su equipo de acólitos e ingenieros incrustados en varias agencias.
Musk parecía encantado con su oportunidad de intervenir en el gobierno y se regodeaba en su estrecha amistad con Trump. El 7 de febrero publicó que quería al presidente “tanto como un hombre heterosexual puede amar a otro”.
Trump le devolvió el favor el 11 de marzo, permitiéndole alinear varios autos Tesla en la entrada de la Casa Blanca mientras su empresa luchaba contra una caída en las ventas. Trump participó en el acto eligiendo un auto eléctrico rojo cereza para él.
Pero empezaron a aparecer las diferencias, especialmente cuando Trump decretó aranceles que podrían aumentar los costos para los negocios de Musk. El empresario dijo el 8 de abril que Peter Navarro, el asesor comercial del presidente, era “realmente un idiota” y “más tonto que un saco de ladrillos”.
Musk, que nunca antes había trabajado en la función pública, parecía estar desilusionándose con el gobierno. Sugirió que no había suficiente voluntad política, ni en el Congreso ni en la Casa Blanca, para reducir adecuadamente el gasto.
Trump empezó a dar señales de que era hora de que se marchara, aunque Musk dijo que estaría dispuesto a quedarse.
Poco antes de anunciar su partida, Musk dijo que estaba “decepcionado” por la legislación que Trump calificó como la “gran y hermosa ley” porque aumentaría el déficit. La medida incluye recortes de impuestos, más fondos para la seguridad fronteriza y cambios en Medicaid que dejarían a menos personas con seguro de salud.
“Creo que un proyecto de ley puede ser grande o puede ser hermoso”, aseveró Musk. “Pero no sé si puede ser ambas cosas.”
Las críticas no impidieron que Trump le diera una despedida en la Oficina Oval, donde agasajó a su asesor saliente con una llave ceremonial.
“Elon no se va realmente”, dijo Trump. “Va a estar yendo y viniendo”.
“Seguiré viniendo de visita y seré amigo y asesor del presidente”, indicó Musk, por su parte.
Una implosión rápida y contundente
Ahora, es difícil imaginar ese escenario.
Elon Musk intensificó sus ataques contra el proyecto de ley el martes, calificándolo de “abominación repugnante”, y Trump intentó defenderse de las críticas.
“No ha dicho nada malo sobre mí personalmente, pero estoy seguro de que eso será lo próximo”, apuntó el presidente el jueves, durante una reunión con el canciller de Alemania en el Despacho Oval.
Lo fue.
Musk no tardó en recurrir a X para descargar su ira contra Trump, diciendo que sus aranceles “causarán una recesión en la segunda mitad de este año” y acusándolo de mentir. También dijo que era “muy injusto” que la legislación eliminara los incentivos fiscales para los vehículos eléctricos.
Trump le respondió en tiempo real mientras intentaba mantener el impulso para su legislación, que se enfrenta a un difícil debate en el Senado.
“No me importa que Elon se vuelva en mi contra, pero debería haberlo hecho hace meses”, publicó el presidente. “Este es uno de los mejores proyectos de ley jamás presentados en el Congreso.”
Mientras, algunos de los aliados de Trump tramaban venganza.
Steve Bannon, exasesor del mandatario y conductor de un influyente pódcast conservador, dijo que Trump debería ordenar al gobierno que confiscara SpaceX. Además, alentó al republicano a investigar las acusaciones de consumo de drogas por parte de Musk y a “revisar todo lo relacionado con su estatus migratorio” en preparación para una posible deportación.
“Veremos cómo aguanta Elon Musk un poco de esa presión, porque creo que se le podría venir un poco encima”, dijo Bannon.
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Prensa LOV/Carmen Cecilia Guerra
Agencias