Nadie habla de otra cosa. Tik Tok se ha convertido en una vorágine de espirales conspiranoicas que intentan explicar qué hay detrás del caso del rapero Sean Combs, conocido artísticamente como Puff Daddy o Diddy.
Uno de los magnates del hip-hop de los años 90, transformador de un género que consiguió colarse en el mainstream sonoro estadounidense, fue detenido el pasado 16 de septiembre mientras se encontraba en un hotel de Nueva York (seis meses después de que las autoridades estadounidenses investigaran sus domicilios en Los Ángeles y Miami).
El rapero recibió, entonces, más de diez demandas por abuso sexual y violación (una cifra que, tras varias semanas de investigaciones y destapes, ha aumentado hasta las 120 acusaciones de violencia sexual).
Diddy se encuentra en prisión preventiva desde mediados de septiembre a la espera de un juicio, bajo cargos federales de tráfico sexual, conspiración para cometer crimen organizado y transporte para ejercer la prostitución.
El ganador de hasta cuatro premios Grammy, y que ha trabajado con estrellas de la talla de Mariah Carey, Beyoncé, Britney Spears, The Weeknd, Usher, Pharrell Williams, Cristina Aguilera, Katy Perry, Notorius B.I.G o Jay-Z, está copando todos los titulares.
“El mayor secreto de la industria del entretenimiento, que en realidad no era un secreto en absoluto, finalmente ha sido revelado al mundo. El muro de silencio ahora se ha roto”, ha comentado Tony Buzbee, uno de los abogados principales, en una conferencia de prensa en Houston, según The Washington Post.
Desde su arresto, las noticias han ido apareciendo en cascada, los detalles se han ampliado y las implicaciones han ido en aumento. Sean ‘Diddy’ Combs habría presuntamente abusado de 120 víctimas, hombres y mujeres, y comprendidas entre los 9 y 38 años de edad, entre los que se incluyen 25 menores.
Las presuntas agresiones abarcan un período de 20 años en las décadas de 2000 y 2010, cuando el artista estaba en la cima de su carrera y notoriedad pública. Según informa el medio estadounidense citado, los abogados del caso recibieron, en diez días, los testimonios de más de 3.000 personas que habían presentado acusaciones contra Puff Daddy, aunque sólo pudieron corroborar 120 de dichos.
¿Qué eran las famosas ‘freak off parties’?
Las supuestas agresiones ocurrieron principalmente en Nueva York, así como en Los Ángeles y Miami: siempre en lugares conocidos, hoteles y residencias privadas, incluidas fiestas navideñas y celebraciones por el lanzamiento de álbumes. Conocidas como Freak off parties, estos eventos no sólo eran de lo más excéntrico, sino que contaban con la participación de infinidad de amigos y A-listers de la industria, así como personas del círculo cercano de Diddy.
Más allá de las Freak off parties, el abogado Tony Buzbee alega que las agresiones también ocurrieron en audiciones y en las famosas ‘Fiestas Blancas’ que el rapero organizaba regularmente a principios de los años 2000.
Además de agresión sexual violenta y abuso sexual, los abogados también planean acusar a Combs de facilitar sexo con una sustancia controlada, encarcelamiento falso, difusión de grabaciones de video y abuso sexual de menores.
La abogada de Sean ‘Diddy’ Combs, Erica Wolff, ha negado las acusaciones en una declaración este pasado martes que también recoge The Washington Post. “Como ha enfatizado el equipo legal del Sr. Combs, él no puede abordar cada acusación sin fundamento en lo que se ha convertido en un circo mediático imprudente.
Dicho esto, el Sr. Combs niega enfática y categóricamente como falsa y difamatoria cualquier afirmación de que abusó sexualmente de alguien, incluidos menores, señaló.
¿Quién más hay implicado?:
Sean ‘Diddy’ Combs es sólo una de las “muchas personas poderosas” que están implicadas en el caso del rapero, según las informaciones reveladas por el abogado Buzbee el pasado martes.
En la rueda de prensa celebrada en Houston, éste advirtió de que “llegará el día” en el que pongan nombre a los demás presuntos autores y espectadores que conocían, o incluso participaban, en las actividades ilegales del cantante.
“Desenmascararemos a los facilitadores que permitieron esta conducta a puerta cerrada. Perseguiremos este asunto sin importar a quién impliquen las pruebas”, dijo Buzbee, encargado de representar a más de las 100 presuntas víctimas del fundador de Bad Boy Records.
“Llegará el día en que daremos nombres que no sean Sean Combs, y hay muchos nombres. Ya es una larga lista, pero debido a la naturaleza de este caso, vamos a asegurarnos de que estamos en lo cierto antes de hacerlo”, continuó el abogado, que ha preferido tener cautela.
“Los nombres os sorprenderán”, añadió. Una lista de personalidades recurrentes en sus fiestas (entre ellas Beyoncé, Jay-Z, Justin Bieber o las hermanas Hadid) se ha filtrado en redes sociales, pero de momento no hay nada confirmado.
Aplicaciones como Tik Tok o X (antes Twitter) se han llenado de vídeos y publicaciones que apuntan a todo tipo de teorías conspiranoicas: algunas de ellas hablan de un entramado de famosos que ha sido coaccionado por la ‘queen B’ y su marido para proteger a Diddy.
De las fiestas de Diddy hay toneladas de fotografías. Su fiesta blanca en su mansión de los Hamptons fue el fiestón anual de los famosos durante años.
Leonardo DiCaprio, Paris Hilton, Will Smith, Diana Ross… todos fueron a los saraos de Diddy (antes Puff Daddy, Sean John Combs oficialmente) y casi todos fueron fotografiados allí. Ahora, con su anfitrión en prisión acusado de cada vez más delitos graves, sobre todo sexuales, docenas de superestrellas de Hollywood han optado por el perfil bajo.
Hasta hace poco, gente como Ashton Kutcher bromeaba en televisión sobre lo que se hacía en aquellas fiestas… sin decir realmente nada porque a esta hora hay niños frente a la pantalla. Ese era el chiste. En un episodio de Keeping Up With The Kardashians se comenta (lo comenta una Kardashian, claro) que esas fiestas estaban «llenas de gente desnuda».
En las fiestas blancas eso ocurría cuando los niños, que sí estaban invitados a la parte diurna del evento, eran enviados de vuelta a sus casas.
Se quedaban en la mansión del rapero, bebiendo y drogándose, los adultos y, según infinidad de testimonios, también trabajadores y trabajadoras sexuales contratados para alegrar el ambiente. Léase esto último como una licencia irónica, no como un eufemismo.
La historia de las fiestas de Diddy hace tiempo que dejó atrás los eufemismos. Ahora es un relato de pruebas judiciales, testimonios bajo juramento y crímenes serios. Freak offs es el nombre-eufemismo de otras fiestas de Diddy. Podríamos traducirlo por «locurones» y se desarrollaban a veces tras las fiestas normales («normales») pero sobre todo aparte, generalmente en hoteles de lujo.
A los elementos habituales (alcohol, drogas, trabajadores sexuales, presuntamente estrellas) se añadía una capa de performance y coreografía sexual en la que, nuevamente, Sean John Combs era el maestro de ceremonias. Él decía y otros (le) hacían. Aquello podía durar días. Después, algunos invitados («invitados») necesitaban suero intravenoso para recuperarse.
Algunas de las muchas agresiones sexuales de las que Diddy ha sido acusado tuvieron lugar en ese entorno, pero no todas.
El chorreo de denuncias, a las que hace unos días se sumó la de un abogado texano que representa a 120 acusantes, ha desbordado el interés mediático del caso. Y ha puesto en evidencia lo que ya sabíamos: patrimonios como el de Diddy, de cientos de millones de dólares, funcionan como escudo, como armadura y como salvoconducto para todo tipo de desmadres.
Lo vimos con Weinstein y con Epstein. Pero de eso no había tantas fotos. Ni figuras tan mediáticas como Jennifer Lopez, ex pareja de Diddy, o Beyoncé. El millón de seguidores en redes sociales que esta última ha perdido en cuestión de días se atribuye a su relación con Combs.
El asunto es tan excesivo que corremos el riesgo de convertirlo en un espectáculo abstracto y con tan poca conexión con la realidad (y con la ley) como la que siempre ha demostrado su protagonista, que ya en 2001 fue absuelto de liarse a tiros en una discoteca neoyorquina, un incidente («incidente») que provocó tres heridos. Diddy alegó autodefensa.
Ella contó que él la drogaba y la obligaba a mantener relaciones sexuales con hombres (profesionales). Según Ventura, aquello era grabado en vídeo, un comportamiento de Combs que no es exclusivo de esta acusación concreta.
Se sospecha que varias de esas grabaciones están circulando o a la venta. Y, como en todo aquí, se manejan cifras mareantes y nombres muy conocidos.
Se habla de una celebridad «de perfil tan alto como el de Diddy» presente en una grabación a la venta y se insinúa que Justin Bieber podría ser una de las víctimas, filmadas o no.
La historia es demencial y podría estar ya fuera de control. Corre el riesgo de quedar reducida a un tipo encarcelado (Diddy está en prisión sin fianza) y un montón de chismes entre la leyenda urbana y la conspiranoia loca.
Sí están confirmadas chifladuras como el gigantesco arsenal de aceite corporal y lubricante sexual que Diddy mantenía en sus casas y cosas más serias como los muchos procesos activos contra él (uno gubernamental y muchos más de acusaciones particulares), el miedo entre los ricos y poderosos a que se publiquen más vídeos y la realidad incontestable de que Sean John Combs lleva liándola desde hace muchísimo y, hasta ahora, todo le había salido bien. «Todos lo sabían» es, de nuevo, el penoso mantra repetido por doquier.
Ahora toca demostrarlo todo en un juicio. En muchos juicios. Tenemos historia para rato.
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Agencias
Prensa LOV/CCGuerra