En los últimos años, hemos sentido acentuarse, en muchos hogares venezolanos, de todas las clases, de todas las confesiones y creencias, de todos los rincones de la patria, la salida de amigos y familiares que emigran en busca de condiciones mejores de vida.
La migración es un derecho. Nuestro país fue tradicionalmente receptor de migrantes. La riqueza petrolera desde la primera mitad del siglo XX atrajo millones de personas, población proveniente, por diversas causas internas en sus países de origen, además de la motivación señalada antes de la bonanza petrolera. La mayor afluencia, de neogranadinos, especialmente a causa de la violencia interna, después de migrantes de otros países de Suramérica.
Receptora fue Venezuela de desplazados tras los golpes de estado del cono sur, una buena cantidad de profesores universitarios, excelentes académicos, en este caso, que enriquecieron nuestro sistema educativo.
El medio siglo, la culminación de la segunda guerra mundial, trajo a nuestro país portugueses, españoles, canarios, italianos y europeos en general. Otro aporte importantísimo para Venezuela: Agricultores, panaderos, comerciantes, constructores. Los países árabes, especialmente Siria y el Líbano, nutren nuestro gentilicio y se mezclaron con la población nativa. Muy poco se oía, salvo algunos chovinistas desfasados el señalamiento, la criminalización de quien llegaba a nuestra tierra.
Este sábado pasado, hacíamos algunas reflexiones, mientras despedíamos los pasajeros de un avión de migrantes venezolanos que retornan a Caracas. Sentíamos la alegría y el ánimo, tan propio del venezolano aún en las peores dificultades. Aunque las lágrimas estuvieran a punto. La mayoría jóvenes, una fuerza de trabajo extraordinaria. Útil y necesaria para nuestro país.
El cierre de la frontera sur de los Estados Unidos para los venezolanos, después de llamados y ofertas para recibirlos en su paraíso, de voceros oficiales y de traficantes del dolor de esta zona y del centro de poder del norte.
La devolución de miles de ciudadanos venezolanos a territorio mexicano, dentro de acuerdos soberanos que respetamos, el freno a los que iban subiendo para pasar el río Grande, ha generado una delicada situación para nuestros ciudadanos migrantes.
Retornar, luego de atravesar una de las selvas más difíciles del planeta, animales, plagas, de soportar las vejaciones y los abusos de todo tipo en el trayecto, requiere la solidaridad de todos, el apoyo para que sientan que regresan a su casa, que la experiencia pasada, sea eso y sea además un acicate para amar más lo nuestro. Para aportar con ayuda pública y privada, en la dura y necesaria tarea de la producción de riqueza, tan urgente en este momento.
De los que se fueron y se establecieron, de los que retornan, tenemos una realidad, una experiencia valiosa. Aprovecharla para el bien común, para respetarnos aún en las diferencias. Para no jugar más a la miseria y el dolor de las sanciones imperiales que afectan a los más pobres.
Para que nosotros gobierno trabajemos más y mejor, con entrega y dedicación, fuera de la burocracia destructiva y gris, para servir, para entregar lo mejor de nosotros en cada espacio a levantar el nombre, la razón, nuestra gente que es la patria sufrida, adolorida y necesitada del trabajo de todos.
Bienvenidos a su tierra, a su patria, a su espacio, hermanos migrantes.
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FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS
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