Desde muy jóvenes el Día de Pentecostés tenía el extraño sentido del misterio. El de La Santísima Trinidad y la inclusión en nuestra mente de la tercera persona del creador de todo.
Recurriendo a explicaciones de la unidad, La Trinidad y al mismo tiempo la posibilidad de comprender esa realidad, nos decían del sabio padre San Agustín. a los más preguntones, que el santo reflexionando, mientras caminaba en una playa, ve un niño que iba y venía al mar.
Le pregunto el sabio al niño «Oye, ¿qué haces?» Y el niño le responde: «Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este huequito que hice en la arena”. Y San Agustín le responde: «Pero, eso es imposible».
El niño le respondió: imposible es hacer lo que tú estás haciendo: Tratar de entender con tu mente tan pequeña, el inmensurable misterio de la Santísima Trinidad de Dios.
Una explicación que nos llevaba a aceptar con la herramienta de la fe, un misterio de amor de Dios. Asumiendo el Espíritu Santo del creador como parte única, para nuestra mente de niños entender que esa relación, nos da sus dones, sus gracias tan especiales.
Posiblemente el más importante es la sabiduría. También se nos cuenta que el Rey Salomón la prefirió sobre todas las riquezas y las vanidades del poder.
En este Pentecostés, es bueno y lo hacemos cada uno a nuestro modo, que invoquemos al Espíritu Santo de Dios. Pedirle que derrame sus dones sobre nuestra nación, nuestro gobierno, los líderes, pueblo y que se nos envíen algunos de manera urgente. La sabiduría, el entendimiento, el consejo, la consciencia, la piedad, la fortaleza, y uno importantísimo, temor de Dios.
Invoquemos la luz del Espíritu Santo de Dios sobre Venezuela y sus hijos. Que venga como sobre los apóstoles para permitirnos levantar la mirada llenos del Espíritu para caminar juntos hacia la construcción del país pensado. De Igualdad, de justicia, de paz.
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FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS
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