«Estados Unidos parece destinado por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad», Simón Bolívar.
Esa frase con la que título mi artículo de esta semana la escuché decir a una ama de casa en el mercado, un día después del anuncio de la agencia OFAC, que administra y aplica sanciones económicas a personas, entidades y países por orden de la Casa Blanca. Son cortas palabras que no dejan de rebotar en mi tímpano, porque el impacto comenzaremos a sentirlo, los venezolanos cuando regresemos a abastecernos de comida.
Esa medida política de la administración de Mr. Donald Trump contra Venezuela, –directa a sus ciudadanos de a pie– alegra a muchos, dentro y fuera del país, eufóricos, celebran, aplauden, ríen y gozan un morbo esquizofrénico sin importar la carga de sufrimiento que ella origina.
Creen que es sólo cosa de días para que el gobierno de Nicolás Maduro tire la toalla rendido y ahogado en lágrimas, diga, agarren «su coroto», cuando lo cierto es que las sanciones económicas en ningún lugar del mundo han tumbado, derrocado o sacado del poder a un sólo gobierno.
Sin ir muy lejos en el Caribe, en las propias narices de la primera potencia del mundo, tenemos el ejemplo de Cuba, país que lleva más de 60 años sancionado por ellos, pero aún tiene el mismo sistema político-ideológico que somete a ese pueblo.
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En Centro América, en la Nicaragua del poeta Rubén Darío, Daniel Ortega Saavedra, la subyuga desde hace años y las sanciones gringas o de la Unión Europea tampoco han logrado echarlo del poder. Otros ejemplos abundan en el mundo, pero sus defensores no dicen o explican ¿cuál es su efectividad?.
En descargo del análisis simplista e irresponsable que hacen muchos de los «próceres de la libertad» que lo menos que les importa es el sufrimiento de la gente, nos depara en lo sucesivo más devaluación del bolívar, inflación, escasez y desempleo, según lo explicado muy crudamente por el economista Asdrúbal Olivares de Ecoanalítica.

El y otros expertos coinciden que el regreso de las sanciones deterioran aún más la ya precaria calidad de vida de los venezolanos.
La más inmediata es la perdida de fuentes de trabajo en el Oriente del país y en la Cuenca del Lago de Maracaibo donde, alrededor de 10 mil empleos, cesarán.
Eso afectará drásticamente a los pobladores de ciudades y centros urbanos de la Costa Oriental del Lago. Además, en esos territorios y en otros del Zulia, las alcaldías no percibirán o verán drásticamente reducidos sus recursos por renta petrolera. No olvidemos que somos un estado que basa su economía mayormente en la actividad petrolera o a su alrededor.
En ambas cuencas del Lago de Maracaibo la ciudadanía sentirá mermada o desaparecida la construcción de obras públicas de competencia regional y municipal.
En el actual período, el petróleo ha permitido, en buena medida, recuperar de las ruinas los servicios de vialidad, salud, educación, programas sociales de alimentación, operaciones quirúrgicas, entrega de lentes, equipos ortopédicos, recolección de basura o espacios deportivos, entre otros.
Un inocultable e inolvidable colapso fue lo que vivió el estado Zulia en el último período de gobierno regional a cargo del chavismo. «Las sanciones», dice el Gobernador del Zulia ,«es lo que más se parece a generar pobreza. A acabar con la industria, con el comercio, con el sector agropecuario, con la educación, con la salud, con los servicios. Además no producen ni provocan ningún cambio político».
Su crítica y desacuerdo con los defensores de las sanciones le han valido una descarga de descalificaciones a su posición que no es nueva, pero en la que insiste porque el resultado que su gestión ha entregado a la gente, está soportada en ingresos extras petroleros y a una excelente gerencia pública que redunda en una mejor calidad de vida.
Eso, además, cuando el Zulia en 2021 sufrió de parte del gobierno nacional la eliminación y el secuestro de la competencia en peajes, puertos y aeropuertos como fuente generadora de recursos. Ese despojo a la región nunca ha entrado en la discusión de la agenda de los defensores de las sanciones.
«Así es que», asegura, «el que hable de sanciones es porque no quiere esta tierra, a su familia, no quiere un futuro para Venezuela. El que hable de sanciones es porque no piensa en los que vivimos en Venezuela y en los que están fuera, que tienen familia aquí que también van a sufrir. Van a padecer».
Rosales Guerrero no es ningún «iluminado» pero en la calle a cualquier persona que le pregunten si su gobierno resuelve los problemas que le han afectado, no dudan en responder que es «un salvador» cuando recuerdan que antes de ser electo en 2021, el territorio del estado Zulia estaba destruido, abandonado y carente de buenos servicios públicos de competencia municipal o regional.
Nos aseguran, dicen y recuerdan algunos de los «próceres de la libertad» que es necesario un «sacrificio» para afrontar el peso del impacto que las sanciones económicas tendrán sobre los hombros de los venezolanos. Cual fariseos hipócritas saben que, en el pasado, cuando Mr. Trump gobernó por primera vez, las sanciones no lograron su objetivo como tampoco ha pasado en ningún lugar del mundo.
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El gobierno de Miraflores claro que siente el golpe o la pegada ordenada y dirigida desde la Casa Blanca. Su negligencia en la buena administración de los recursos generados por el petróleo se ha diluido en el despilfarro, corrupción o regaladera a lo largo de 26 años en el poder.
No hay excusas ni tampoco justificación de la mala calidad de vida que hemos sufrido millones de venezolanos, basada en políticas económicas fracasadas. Muchos han tenido que abandonar su tierra natal. Otros no regresarán nunca por haber fallecido en distintas circunstancias fuera de nuestras fronteras.
El gobierno nacional tocará puertas y recurrirá a buscar auxilio, ayuda y respaldo en sus aliados para financiarse con amigos distintos a los gringos o de la Unión Europea, pero eso no garantiza ni significa mejoras sociales a corto, mediano o largo plazo, a pesar que el petróleo lo rematen en mercados internacionales con descuentos del 30, 40 o 45 por ciento
Los problemas de devaluación, inflación o desabastecimiento de artículos de primera necesidad los veremos crecer. Las colas para surtirnos de productos alimenticios, medicamentos, surtir gasolina o adquirir otras necesidades vuelven a recordarnos un pasado muy cercano.
Sus consecuencias sabemos cuáles son. Entre otras, la niñez venezolana y la gente de la tercera edad, en fin, los más pobres de este país, son las víctimas de una decisión más cargada de venganza, odio y frustración que de buscar proteger a los más débiles sociales del país. Eso no es lo que importa ni interesa. ¡Amanecerá y Veremos!
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José Aranguibel Carrasco /CNP-5003
Ilustración: Feyo