El sol inclemente del Zulia no perdona, y menos aún el electorado de Maracaibo que, como un jurado implacable, ya emitió su veredicto en las recientes elecciones.
El oeste de Maracaibo, ese vasto territorio donde el progreso parece haber llegado con cuentagotas, se ha erigido como el epicentro de un «voto castigo» que resonó con la fuerza de un trueno en los comicios a gobernador.
Manuel Rosales, figura central de esa contienda, sintió en carne propia el peso del olvido: doblado, incluso triplicado, en votos en los centros electorales de estas zonas, el mensaje fue claro y contundente.
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Esta realidad, amigos, no es exclusiva de nuestra querida Maracaibo. Se replicó, como un eco amargo, en cada rincón del Zulia. Parroquias y caseríos históricamente relegados por las gestiones municipales salieron a cobrar su factura, con la papeleta en mano y el hastío en el alma. La falta de servicios básicos, la desidia en la infraestructura, la sensación de abandono… todo sumó para configurar un escenario electoral que pocos esperaban y que dejó a más de uno con el ceño fruncido.
Ahora, con las elecciones municipales del 27 de julio a la vuelta de la esquina y el agua literalmente al cuello, vemos un frenesí de actividad. De repente, las máquinas rugen, el asfalto se despliega y las cuadrillas trabajan a destajo en cada calle, en cada barrio. Es el milagro de la precampaña, o quizás la desesperación de quien se sabe acorralado.
Los candidatos, con el sudor en la frente y la calculadora en mano, intentan demostrar en pocas semanas lo que no hicieron en años.
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Pero hay algo más, algo que se mueve entre las sombras, con la sutileza de una mano que ofrece y el poder de un Estado que presiona. Las instituciones dependientes del Estado nacional, aquellas que deberían ser imparciales y servir a todos los ciudadanos por igual, ahora, de manera solapada, se han sumado a este carnaval de promesas y acciones de último minuto.
¿Es casualidad que ahora el camión para la recolección de la basura llegue con más frecuencia, o que el equipo de la Corporación Eléctrica Nacional haga acto de presencia con una celeridad inusual? ¿Es coincidencia que programas sociales, antes casi invisibles, ahora se hagan sentir con una fuerza inusitada en estas zonas estratégicas? No seamos ingenuos.
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La pregunta que flota en el ambiente, tan densa como el calor de junio y tan turbia como el agua estancada, es inevitable: ¿Les alcanzará el tiempo para terminar estas obras? ¿O se convertirán estos intentos por recuperar la confianza en meras fachadas, en ejemplos patéticos de lo que pudo ser una gestión comprometida, pero que solo reaccionó ante el inminente tsunami electoral?
El electorado del oeste de Maracaibo ya no come cuento. Ya no se conforma con promesas vacías ni con un puñado de metros de asfalto a última hora.
Las cicatrices del olvido están grabadas en sus calles, en sus hogares, en el rostro de cada vecino.
Así que, estimados candidatos, y ustedes, señores de las instituciones nacionales, la pelota está en su cancha. Demuestren que, más allá de la urgencia electoral, hay un verdadero compromiso con quienes, por demasiado tiempo, se sintieron invisibles. De lo contrario, este «voto castigo» no será un fenómeno aislado, sino una sentencia que se repetirá, una y otra vez.
¿Y tú, me acompañarás a elegir nuestro futuro como ciudad?
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Sandy Ulacio