¿Síndrome de Estocolmo o el no votar?

“Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3:5–6)

Me decía una amiga médico que no salía del asombro saber que entre algunos de sus colegas existe la creencia y el convencimiento que el «Síndrome de Estocolmo» es la nueva narrativa que le endilgan a todo aquel que luego de haber estado preso por no creer en quienes conducen a Venezuela, ha decidido votar este 25M, cuando además se expone a ser estigmatizado, de «traidor», «alacrán», «entregado» o «colaboracionista» del gobierno.

El síndrome de Estocolmo es una «respuesta psicológica que sucede cuando en la consumación de un delito común o político, los rehenes o víctimas crean vínculos con sus captores o abusadores. Esta conexión se desarrolla a lo largo de días, semanas, meses o incluso años de cautiverio», según afirma la ciencia que estudia la conducta humana. Sin embargo, me atrevería a decir que en nuestro país estamos en presencia de un síndrome distinto, muy caribeño, nada escandinavo, pero si lleno de mañas en algunos que les fascina llamar a la abstención.

El ejemplo lo han puesto en Juan Requesens, combativo dirigente juvenil, líder estudiantil y ex-preso político, sometido a la violación de sus derechos humanos durante su cautiverio. Ahora de «héroe» pasa a ser un villano por su atrevimiento de postularse a la candidatura de la Gobernación del estado Miranda. La lengua ácida, venenosa y mordaz de sus críticos no detiene su valiente decisión.

A Requesens la narrativa que apuesta al fracaso electoral del 25M, busca convertirlo en una especie de leyenda urbana, un antihéroe, mal ejemplo, sólo por negarse a pensar distinto o a no complacer a quienes la situación de la gente, depende más del que «como vaya viniendo, vamos viendo» que asumir la defensa de los venezolanos ante la AN, consejos legislativos o  gobernaciones.

Su ejemplo, digamos, es el de muchos que permanecen detenidos por razones políticas. El prefirió seguir en su país luchando, «echándole bolas» y no convertirse en otro, entre muchos, que desde afuera o dentro del país, denigran, insultan, ofenden o vilipendian a quien no comparta el discurso derrotero después del 28J, cuando millones –no sólo quienes compran las palabras subidas de tono–, sino también la mayoría que sufragó y sabe lo sucedido con los resultados.

La narrativa que tratan de imponer de «única verdad», –a trocha y mocha– cargada de odio, desprecio e intolerancia es la estrategia promovida por María Corina Machado que luego repiten fanáticos y radicales. Claro, también la expresan en la calle, redes sociales y en familia la gente preocupada y alejada de la violencia verbal que, lógicamente, sienten frustración, desasosiego e impotencia por los resultados del 28J que el mundo entero observó.

Sin embargo, hasta hoy no ha habido una respuesta que satisfaga, acepte o convenza al venezolano de a pie que cree en la ruta electoral y en el valor del voto, ante  llamados, cual si fuesen marionetas a las que ordenan desmovilizarse, cruzarse de brazos y que crean en el discurso de no votar, cuando en 26 años nadie ignora el ventajismo, picardía y el abuso que ha cometido el árbitro electoral.

Lo lamentable es que en discusiones estériles entre quienes coinciden en que el actual modelo político e ideológico está agotado, la sombra de la división, separación y quiebre de la oposición siempre es el signo más común en cada proceso electoral. Las equivocaciones de la estrategia política ya la hemos visto en infinidad de procesos electorales que terminan en derrotas y frustración.

Nadie podrá negar que siempre son los mismos actores del lado opositor los que promueven la abstención, pero lo más grave es que esa actitud soberbia, mezquina y mesiánica a quien favorece siempre es a los candidatos oficialistas. Los ejemplos abundan. Ellos sacan cuentas de las que dependen sus planes. Llamar a no votar es la evidencia que sobra.

El ejemplo recurrente que el venezolano no olvida y nadie le responde es ¿cuál es la diferencia de haber asistido a votar el 28J y no hacerlo el 25M?. Hasta hoy esa duda, interrogante e incertidumbre no tiene respuesta. Además, si no votamos ¿cuál es el Plan B?.  ¿qué haremos?. ¿Existe un plan?. Lo dudo, pero ¿tocará esperar Hasta el Final de los tiempos como dicen las escrituras bíblicas?.

En el Zulia, la narrativa contra las elecciones del 25M no tiene asegurado el éxito que esperan sus promotores, si tomamos en cuenta que la arremetida, ataques y descalificaciones contra las principales figuras opositoras que contrarrestan este «capricho» de María Corina Machado, tiene en la gente al principal aliado que sabe, conoce y no olvida lo que significó entregar la Gobernación en 2017 al PSUV.

Esa vez, María Corina Machado se negó a llamar al país a votar y pese a eso, en el Zulia a Juan Pablo Guanipa, los zulianos le entregaron un mandato para que gobernara, pero prefirió tomar otro camino al burlar, traicionar y engañar a quienes le dieron su confianza a pesar de los llamados a no votar en los que hoy, casualmente, ella y él vuelven a coincidir, es decir, que _Dios los cría y ellos se juntan_ .

¡Amanecerá y Veremos!

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José Aranguibel Carrasco/CNP-5003

Caricatura: Feyo

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