«Si al que no tiene tiempo para mirar las nubes que vuelan sobre su cabeza, las hojas que el viento agita, el agua que corre en el arroyo y las plantas que crecen en sus orillas, le dijera yo, que la vida es triste me tendría por un loco”, Simón Bolívar.
No nació en el Zulia sino en el Táchira donde vino al mundo 87 años atrás.
Eso es lo menos importante porque en su vida terrenal fue un venezolano de excepción, amigo de todo aquello que significara la protección, defensa y conservación del ambiente.
En su mundo profesional fue esa una pasión muy suya a la que dedicó buena parte de su existencia, entregado a las causas nobles, pero intransigente, enemigo, intolerante y contrario a cualquier agresión ambiental.
Nos enteramos que el ingeniero Pablo Emilio Colmenares cerró sus ojos esta semana en la Tierra del Sol Amada, donde vivió buena parte de su vida. Ingeniero civil egresado de la Universidad del Zulia destacó por haber sido un soldado, guerrero, combatiente, diría, un David moderno o quizá un Quijote de un ejército lleno de héroes anónimos que hoy les entristece su partida, el de un maestro que transmitió sapiencia a quienes lo conocieron en cualquier lugar de Venezuela.
Pablo Emilio Colmenares desaparece físicamente, pero su legado es inmenso como inmenso fue su amor por la tierra del General Rafael Urdaneta, por el Lago de Maracaibo que tanto amó y por los extensos territorios del Sur del Lago, únicos en su tipo en el mundo, donde su preparación en nuestra Alma Mater y especialización en la ingeniería hidráulica, permitió en su momento corregir errores que la sabia naturaleza tuvo en él y en otros destacados profesionales a sus mejores aliados.
Me uno a los hombres y mujeres del Zulia que agradecen que su vivencia, permanencia y conocimientos los dispuso al servicio de Venezuela, pero especialmente de nuestro estado, donde bien logró ganarse su «Certificado de Zulianidad» por la invalorable contribución de despertar en la gente el interés de cuidar, proteger y valorar los recursos naturales en esta tierra bendecida por papá Dios.
Nadie podrá negar que su legado por la defensa del ambiente trascienden espacio y tiempo. «Su partida», expresa el ambientalista Elio Ríos Serrano, «nos enseña y compromete a seguir en el empeño sin cansarse. Sin rendirse con la educación ambiental en la mano. Nos queda un dejo, no de tristeza, sino de haberlo conocido, de sentir el orgullo de compartir los escenarios ambientales».
En lo personal, quien escribe, tuvo el honor de conocer al ingeniero Pablo Emilio Colmenares en la década de 1.980, cuando, —imposible olvidar— el escenario de la defensa del Lago de Maracaibo tuvo su mejor momento con la contrucción de plantas de tratamiento de aguas negras a orillas del lago más grande de América Latina y la creación del Instituto para el Control y la Conservación de la Cuenca del Lago de Maracaibo, Iclam, que tuvo en él una paternidad responsable como padre que le dio vida al nacimiento de ese organismo.
Además otros factores que funcionaron como acoplamiento perfecto fueron la existencia de la necesaria voluntad política, imprescindible y el concurso de otros insignes defensores ambientales del sector público y privado. También de la Universidad del Zulia. Asimismo, los ingenieros Lenín Herrera, actualmente en EE.UU., Nerio Adrianza Rosales (+), Iván Bracho (+) y Orlando Parra (+), constituyeron, digamos, aliados incondicionales y valores agregados a una causa de todos llamada la zulianidad.
En esa década a Omar Barboza Gutiérrez le correspondió dirigir la Gobernación del Zulia. Quien escribe cumplía labores profesionales y me correspondió asistir, —no fue que me lo dijeron— a la entrega de modernas y dotadas plantas de tratamiento de aguas negras, servidas, que eran arrojadas al lago sin ningún proceso físico, químico ni biológico que eliminaran los contaminantes presentes en las aguas provenientes de ciudades y centros urbanos de Mérida, Trujillo y Zulia.
Los municipios Mara, Miranda, Santa Rita, Cabimas, Lagunillas, Valmore Rodríguez, Baralt y La Cañada de Urdaneta fueron dotados de esos avances tecnológicos. En otros municipios del Sur del Lago de Maracaibo la construcción de lagunas de oxidación a cargo de la Zona XV de Malariología y Saneamiento Ambiental —hoy desaparecida de un plumazo– tenía la impronta de Pablo Emilio Colmenares y de otra gente valiosa y preocupada que en las estrofas de la «Fuente Divina», interpretada por la sempiterna Reina de la Gaita, Gladys Vera Mora, algún día puedan ser vistas.
Maracaibo y San Francisco, grandes productores de descargas contaminantes siguen huérfanas de sus plantas de tratamiento norte y sur.
No obstante, el veneno más letal, mortal para la flora y fauna, siguen siendo los derrames de petróleo de instalaciones y tuberías de PDSA. Al término del gobierno de Rafael Caldera, la planta norte quedó casi lista. El gobierno revolucionario entrante en 1.999 la puso en servicio, pero su paralización fue cosa de poco tiempo. En tanto la planta sur duerme el sueño de los justos.
El exgobernador Omar Barboza Gutiérrez destaca la labor profesional, disciplina y honestidad de su amigo, Pablo Emilio Colmenares, en el saneamiento hidráulico de buena parte del Sur del Lago, —territorio atravesado por caudalosos ríos que desembocan en el Lago de Maracaibo—, al que luego, recuerda, «se dedicó con mucha pasión a favor de la descontaminación del lago. Prestó grandes servicios a la Gobernación del Zulia hace muchos años y al país para poder tener un lago como él soñó».
José Aranguibel Carrasco/ CNP-5.003
Caricatura: Alfredo Fulcado «Feyo»
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