Si hay algo por lo que debemos agradecer a nuestro Padre Dios, es por el don de la vida; esa vivencia placentera que nos permite entre experiencia y experiencia aferrarnos con más fuerza a este hermoso don, disfrutarla con más intensidad, menos convencionalismo, teniendo claro que aun en los momentos difíciles que nos toca vivir, definitivamente la vida es bella y que fuimos hechos para la eternidad, pero a decir de Perucho Conde (gran cómico venezolano), siempre hay un bendito pero. En este caso, perdemos gran parte de nuestra vida empeñados en recordar con intensidad momentos pasados así como pensando en un futuro que no sabemos si llegará.
El gran filósofo Séneca, de origen español que terminó su vida en Roma Italia, en una de sus reflexiones llegó a decir que la vida se divide en tres tiempos, presente, pasado y futuro. Luego manifestó que de estos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto.
De acuerdo a esa reflexión, podemos interiorizar cuánto tiempo se nos va entre el pasado y el futuro, cuánto dejamos de vivir, y en estos tiempos el presente pareciera más breve de lo que Seneca llegó a manifestar.
La vida es el presente, no el pasado ni el futuro; aun cuando puedan colarse recuerdos de un pasado duro que no nos permite disfrutar de cada momento. Es por esto que cuando experiencias pasadas llegan a nuestra mente como invitados no deseados, debemos sacudirnos, enfatizar en la hermosura del presente y evitar que esto se convierta en algo constante, que interrumpe incluso nuestra rutina actual. No lleguemos al punto de vivir el pasado como si fuera el ahora, algo que no es nada sano.
Por otra parte, con respecto al futuro, podemos decir que este es una posibilidad, que puede ser o no ser, es una oportunidad de posibles cambios en la vida de una persona que pueden estar afectados por el pasado y el presente. En ese sentido, es oportuna la reflexión que hace el gran Víctor Hugo cuando nos dice: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”.
Simplemente vivamos al máximo esta maravillosa existencia, sin perder la perspectiva de que el presente pasa violentamente hasta que llegue el momento de empacar para partir al encuentro con el Creador, y ojala podamos llevar obras buenas en abundancia.
“La vida es una obra de teatro que no permite ensayos; por eso canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida… antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos”, Charles Chaplin.
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Dr. Pedro Duarte