«Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo», Abraham Lincoln.
Tratar de tapar el Sol con un dedo le ha quedado muy mal, demasiado, díganos mucho, al gobierno venezolano al atribuir de exitosos los resultados del referéndum consultivo del domingo 3 de diciembre, cuando a lo largo y ancho del país lo observado fueron centros de votación vacíos, escasa concurrencia de electores y de paso al cierre del proceso, el CNE prorrogó la votación alegando «colas» de electores, más bien, diría, sensaciones fantasmagóricas, imaginarias e invisibles de gente votando que subestiman la inteligencia del venezolano, cuando lo visto en televisión y redes sociales dejó al descubierto una gran mentira.
La poca o escasa presencia de electores en los centros de votación ha dejado cual claridad solar que el poder de convocatoria del gobierno salió derrotado, creció la suspicacia en relación con la imparcialidad, transparencia y confiabilidad del CNE y de paso la narrativa visual que todo el país y fuera de él también vieron millones de personas, nos lleva a decir que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Eso le sucede al oficialismo donde las alarmas seguramente se han disparado ante un evidente descalabro, cansancio y agotamiento de un modelo político que llegó 24 años atrás y el domingo 3D dejó huella de su fracaso.
Es válido que entre quienes decidimos salir o no a sufragar todas o algunas de las cinco preguntas promovidas hasta en la sopa, las opiniones es lógico pensar que estuviesen divididas, no por ser un acto soberano de carácter obligante, sino que la estrategia oficial buscó crear todo lo contrario a la esperanza, fe, certidumbre, credulidad, creencia, tranquilidad, seguridad, determinación, decisión, ánimo y empuje en que el camino para un cambio de timón en el país es a través de la ruta electoral.
Lo observado este 3D lo evidencia. Además, no faltó la presencia de comisarios políticos, carpeta en mano, chequeando a empleados del sector público para que no dejaran de votar. Nada de observar caras lindas, en absoluto alegres, sino largas, estresadas, convertidas en cartómetros y llenas de preocupación fue lo que abundó. En contraste, pudo observarse en los centros electorales a funcionarios del Plan República y a afectivos de la PNB súper relajados, desestresados y no de mal humor obligando a la gente a mantener el orden en las colas. Sencillamente, eso no sucedió porque no existieron, sino que pudieron resguardarse del sofocante Astro Rey que en la Tierra del Sol Amada es único.
En todo caso no es descabellado pensar que la mentira tiene patas cortas y más temprano que tarde las propias contradicciones del oficialismo emergerán, desenmascarando un acto soberano utilizado en provecho político, grupal, mirando a diciembre de 2.024, cuando el estado del tiempo presagia nubarrones a la aspiración del continuismo oficial. El tema de fondo de concienciar, fortalecer y defender el reclamo territorial del Esequibo a mi modo de ver no tuvo mayor peso que a lo hecho en más de dos décadas contra la aspiración usurpadora de Guyana.
Tampoco es desatinado, disparatado o desafortunado pensar que pondrán a rodar conjeturas, presunciones o pronósticos de las causas que los venezolanos no vimos el 3D, cuando una especie de ceguera colectiva impidió descubrir a los 10 millones 594 mil 220 electores anunciados por el presidente del CNE, Elvis Amoroso, en el primer boletín pasadas las 10 de la noche del domingo que «asistieron» a los 15 mil 857 centros de votación, provistos de 28 mil 27 mesas electorales en los 23 estados, Distrito Capital, 335 municipios y mil 141 parroquias en toda Venezuela.
Sin embargo, otra cifra dijo unas horas después al amanecer del lunes, cuando el total, dando un paso adelante y otro hacia atrás, –imagino que molestando a más de uno en el Gobierno y el Psuv– disminuyó en 122 mil 413 «votos desaparecidos» al revelar que la cifra quedó ahora en 10 millones 431 un mil 907 votantes. Mi profesor Jesús Gil de matemáticas en el centenario liceo Rafael María Baralt de Maracaibo, nos decía algo muy cierto. Las matemáticas son exactas, no se equivocan, son precisas. Quien no aprobó es porque no estudió o es pícaro, sentenciaba.
Quizá el estrenado presidente del CNE tuvo un olvido la noche del domingo, cuando no se colocó los lentes y leyó mal la cifra. Seguro el regaño de su jefe le impedirá una próxima vez dejar a un lado sus gafas, porque cuatro ojos ven mejor que dos le habrán dicho. En pocas palabras no terminamos de entender dónde estaban esos electores que ni el propio Hugo Chávez Frías llegó a tener, cuando su popularidad y la bonanza petrolera, le permitieron ubicarse en lo más alto de la ola, bañándose de pueblo
Debe ser que el equivocado es quien esto escribe al no tener la suerte, fortuna y privilegio de los panas «revolucionarios» de poder ver a una especie de votantes flash que llegaban a la velocidad de la luz y ejercían su derecho al sufragio en menos que abrimos y cerramos un ojo. No tuve esa suerte. Lo que si intuyo, como muchos, es que en el seno del alto gobierno se instaló el temor, miedo y un inusual desasosiego que produce lo sucedido el 22 de octubre.
Ese glorioso día cientos de miles de votos sufragados por hombres, mujeres, jóvenes y un ejército de pensionados, muy maltratados por la Revolución Bonita, participaron en la elección Primaria, organizada sin el CNE, por la Plataforma Unitaria Democrática seleccionando a la dirigente María Corina Machado, candidata a las presidenciales de 2.024. Eso aterra, es la verdad, aún cuando hagan como aquel personaje del cuento que camino a su casa, atraviesa por un lado del cementerio silbando para disimular el miedo. ¡Amanecerá y Veremos!
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José Aranguibel Carrasco/ CNP-5003
Ilustración: Feyo
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