Para movernos a actuar, se requiere fundamentalmente la motivación. Ese estímulo donde objetivos personales, familiares, colectivos son motores para vivir.
Si la consciencia está detrás, la acción se convierte en generadora de construcción, en elevadora del espíritu. Esto puede ser así para la vida individual, pero fundamentalmente para quienes actuamos en la vida pública.
Son esencialmente las motivaciones hacia la belleza, hacia lo que nos provoca placer, en el mejor sentido, lo que nos llena más para la acción en nuestro diario quehacer. Solo que en el ejercicio público, el servir, el ser útiles a otros, lograr su tranquilidad y paz, debe ser el que produzca satisfacción Eso sí es posible. Lo experimentamos cuando nos dedicamos con entereza, con decisión, con ética a nuestras tareas.
No es lo más cómodo. En el caso del servicio en una misión diplomática, como la nuestra para los servidores que tienen el compromiso de hacerlo, llegar a las seis de la mañana, trabajar todo el día y a veces los fines de semana. La satisfacción es el reconocimiento, el agradecimiento de los paisanos, de los usuarios. Sin dejar de lado las actividades culturales, políticas, económicas indispensables.
La atención al ciudadano que está, por cualquier razón, fuera de su patria, es obligarte. Debe ser de calidad. No debe dar excusas, debe esforzarse por resolver. Venciendo las trabas burocráticas que subsisten a pesar de los esfuerzos para agilizar, para cambiar con la práctica un modelo de eficiencia y rapidez, como señalan muestras leyes.
La obligación de servir, realizada con ese sentido trascendente, se convierte en una ejecutoria fraternal que aviva los vínculos con la patria lejana. Cada vez más, debemos convertirnos en nuestras sedes, en nuestras misiones, en activistas del servicio. Humildes, simple, afectuoso, pacientes.
Seguro ese será un aporte extraordinario al desmontaje del odio ciego, de la rabia destructiva, que algunos han pretendido meter en el corazón alegre, sencillo amistoso de los venezolanos.
Las migraciones, por cualquier motivo, van convirtiéndose en una presencia fuera de nuestras fronteras, que habla bien del pueblo bravo, noble y generoso que dio libertad a una parte importante de la América del Sur.
Los logros de los paisanos, dentro y fuera de nuestra patria, levanta el gentilicio de todos que nos sentimos orgullosos de ser venezolanos, sin distingo de colores ni creencias.
Esa es la práctica de todos los días, que en el caso de nuestra misión, debemos realizar, un conjunto de hombres y mujeres, conocedores de su obligación, pero además conscientes de su humanidad y dispuestos para ejercitarlo a favor de nuestros hermanos.
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FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS
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