¿Por qué la transición no ha sido posible?

«Puede que no seas responsable de la situación en la que estás, pero lo serás si no haces nada para cambiarla», Martin Luther King.

En cualquier lugar del mundo donde la inestabilidad política y social ha terminado por convertirse en una realidad inmanejable que sólo sabemos cuando comienza, pero no ¿cuándo o cómo? puede terminar, debe tener en el caso venezolano una solución inaplazable, urgente, salvo que las fuerzas internas en conflicto, cual Ave Fénix, piensen en el peor desenlace y algún día quieran resurgir de sus propias cenizas.

No es nada fácil la situación. Toda coyuntura crítica obliga a la acción y toda transición de poder es, por definición, conflictiva. Una negociación de este tipo siempre encontrará entre gobierno y oposición a sectores internos reaccionarios, fanatizados, nada dispuestos a hacer concesiones, colocando obstáculos, trabas y dinamitando cualquier camino que permita cruzar el puente del entendimiento. Negocios, poder, privilegios, seguridad o temores no es sencillo desprenderse de ellos de la noche a la mañana.

¿Qué es la transición política?

«El concepto de transición política es un proceso de transformación radical de las reglas y de los mecanismos de la participación. También de la competencia política, ya sea desde un régimen democrático hacia el autoritarismo o también puede ser desde éste hacia la democracia». Son conocidos los casos de transición política en Chile, Uruguay, Argentina o España.

Un grupo de análisis y discusión de venezolanos preocupados por la situación ha facilitado a quien escribe, algunas ideas del diagnóstico del presente momento. Creen «que la experiencia internacional en transiciones hacia la democracia ofrece lecciones que no deben ser ignoradas.

«En primer lugar, la unidad de propósito y la acción es clave. En el caso venezolano, la división interna, satanización y demonización de sectores moderados de la oposición ha generado una parálisis que ha facilitado al gobierno avanzar con su agenda autoritaria». El ejemplo del grupo de diálogo y entendimiento denominado Acuerdo de Barbados debe recordarnoslo.

Afirman que «estas desavenencias no sólo debilitan el esfuerzo colectivo, sino que también generan desconfianza entre los ciudadanos, quienes perciben estas disputas como una señal de desorganización y falta de liderazgo. En segundo lugar, es fundamental reconocer que los procesos de transición no son inmediatos ni lineales». Solo Dios sabe cuantos años puede durar tamaño sacrificio.

«Venezuela», afirman, «ni siquiera ha llegado a un verdadero momento de liberalización política, ese punto inicial que abre las puertas hacia un cambio democrático. Pensar que una victoria electoral puede, por sí sola, desencadenar la democratización es ignorar la complejidad de estos procesos».

Mucha retórica, mucha labia

«Hasta ahora, hemos sido testigos de acciones dispersas, retóricas y vacías que no contribuyen a la causa democrática, ni facilitan el avance hacia la concreción de lo esperado, por ejemplo, el pasado 10 de enero. Mientras tanto, millones de venezolanos enfrentan una realidad de carencias profundas y desesperación.

«Una realidad que no puede seguir siendo relegada en las acciones opositoras, destacando que los escenarios para una transición en Venezuela enfrentan significativas limitaciones. No se identifican actores reformistas dentro del régimen dispuestos a iniciar procesos de liberalización política, lo que dificulta el progreso desde adentro.

«Aunque las presiones externas —como sanciones y acciones de la Corte Penal Internacional— mantienen cierta relevancia, no son suficientes por sí solas para generar el cambio. A esto se suma el reto práctico de ejecutar sentencias internacionales y órdenes de captura que enfrentan barreras operativas considerables.

«Por el contrario, las variables internas, como la crisis económica y las movilizaciones sociales, parecen ofrecer un mayor potencial transformador, siempre y cuando se articulen de manera efectiva, estratégica y no violentas».

Estiman que subestimar al adversario a través de frases huecas de «están débiles» o «falta poco» es más bien un irrespeto a la inteligencia del venezolano, cuando lo contrario es lo que sucede, aún cuando es cierto que «la presión internacional puede contribuir a elevar los costos para el régimen», pero, «se comete un error en sobreestimar su papel». Es como creer que el gobierno está maniatado de manos y pies o que carece de extremidades.

Aseguran que «en última instancia, la resolución del conflicto recae sobre los propios venezolanos, quienes deben liderar este proceso mediante la organización de movilizaciones efectivas y, desde la oposición, el fortalecimiento institucional. Esto implica construir un frente unido que inspire confianza, desarrollar propuestas viables y establecer alianzas sólidas para avanzar hacia la democratización del país».

Ruta electoral y valor del voto

Además, hay que «defender y fortalecer la ruta electoral. Eso es crucial», porque, «la promoción de una participación masiva en procesos electorales, incluso en condiciones adversas, representa una forma de preservar espacios democráticos y mantener la presión sobre el régimen». El ejemplo más cercano son las elecciones del 28J cuando el irrespeto a los resultados electorales quedó en evidencia.

No obstante, no puede haber elecciones «buenas y malas» saliéndonos de la ruta electoral y llamando a no votar el 27A. ¿Quién gana y quién pierde?. Es una contradicción que, digamos, no despeja el ¿por qué? imponer una línea política centralizada en Caracas, contra un derecho de la gente de la provincia a quien no se le explica ¿qué gana o pierde? no votando el 27A. Descartándose, inclusive, la posibilidad de dejar abierta la libertad de pensamiento a cada ciudadano de ejercer o no un derecho constitucional.

«En este sentido, dicen, «cabe cuestionar si los enfoques adoptados hasta ahora por la oposición son viables, considerando el impacto devastador de la pobreza y el éxodo masivo en la cohesión social y en la capacidad de resistencia interna. En una transición democrática exitosa es determinante alcanzar acuerdos mínimos que no solo enfrenten al régimen, sino que también aseguren la gobernabilidad en la etapa posterior.

Otra variable perniciosa muy recurrente entre algunos «líderes» es «subestimar la vía electoral. Sería un error costoso. Esta sigue siendo una herramienta clave para desafiar al régimen, no solo para recuperar espacios democráticos, sino también para reivindicar el triunfo del 28J. Avanzar valorando cada conquista, por pequeña o grande que sea, contribuye a la causa democrática.

Además en el análisis y discusión, el grupo de diagnóstico aprecia que los venezolanos fueron los verdaderos protagonistas de la última jornada, porque «el 28 de julio no es el triunfo de un sector ni debe ser interpretado desde el ego del liderazgo emergente. Es el triunfo de la mayoría de un pueblo decidido al cambio que no está dispuesto a rendirse». Los votos no deben ser endosados a nadie en particular, sino que el rédito es de la gente que sufraga contra alguna circunstancia dañina que afecta su calidad de vida.

Dejan bien sentado que «este esfuerzo —votar contra el llamado abstencionista— debe contemplar la designación de un órgano electoral confiable e independiente, capaz de legitimar la proclamación de quien obtenga la victoria en las urnas. Sin una Asamblea Nacional renovada que actúe como eje institucional, no será posible garantizar un CNE confiable.

«Tampoco», advierten, «se logrará una base sólida para la prosperidad sin autoridades regionales que atiendan las necesidades de la gente, generando no sólo esperanza y motivación, sino soluciones para seguir luchando dentro del país.

«En este sentido, una renovación de las autoridades nacionales y regionales, comprometidas con el bienestar de sus comunidades y con la reconstrucción del tejido institucional, es esencial para garantizar un sistema democrático funcional que permita consolidar una Venezuela libre y próspera.

«El pueblo venezolano merece esperanza, no ilusiones, quiere concreción. Tampoco promesas. Las transiciones democráticas no se logran con eslóganes vacíos ni gestos simbólicos aislados, sino con trabajo sostenido, unidad y estrategias claras. Si no aprendemos de nuestros errores y no construimos un camino verdaderamente democrático, condenaremos al país a seguir un ciclo de frustración y retroceso.

«Es hora de dejar atrás las máscaras, hablar con franqueza y asumir nuestra responsabilidad histórica. El futuro de Venezuela depende de nuestra capacidad para asumir compromisos, actuar con transparencia y, sobre todo, poner a la gente en el centro de todas las decisiones».

En resúmen, el epílogo que dibuja la realidad política venezolana no admite mas que su dirigencia en cualquier nivel de responsabilidad, continúe dando palo a ciegas a una piñata vacía. Dejar de lado el personalismo, mesianismo, revanchismo y no apostar a la unidad democrática, –que no sea de la boca hacia afuera– desechando cualquier posibilidad de votar el 27A, nos llevará per sécula seculórum  al abismo y/o suicidio político. ¡Amanecerá y Veremos!

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José Aranguibel Carrasco/ CNP-5003

Ilustración: Feyo

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