El 11 de marzo de 2020, la OMS declaraba el brote de COVID-19 como una pandemia y hacía un llamado a los gobiernos de todo el mundo a implementar políticas sanitarias para aplacar los efectos del mortal virus.
Se cumplen cuatro años de la declaración del brote de COVID-19 como una pandemia por la Organización Mundial de la Salud. Por aquel entonces, el director general del organismo sanitario, Tedros Adhanom Ghebreyesus, admitía su “preocupación” por “los niveles alarmantes de propagación y gravedad” y por “los niveles alarmantes de inacción”.
“Por lo tanto, hemos llegado a la conclusión de que el COVID-19 puede ser caracterizado como una pandemia”, dijo contundente ese 11 de marzo de 2020.
Muchos países se están recuperando de la pandemia de COVID-19 pero los más pobres no, y un número significativo de ellos padece un deterioro en su situación, según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicado el miércoles.
Achim Steiner, director de la agencia, dijo que después de dos décadas en las que países ricos y pobres estaban acercándose en términos de desarrollo, el hallazgo es “una señal de alarma muy fuerte” de que ahora las naciones se están distanciando.
Se prevé que el Índice de Desarrollo Humano que la agencia ha elaborado desde 1990 alcance máximos históricos en 2023 luego de los pronunciados descensos registrados en 2020 y 2021 durante la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, el desarrollo en la mitad de los países más pobres del mundo sigue estando por debajo de los niveles de 2019 previos a la pandemia, de acuerdo con el informe.
«Es un mundo de ricos contra pobres en el que el estamos viendo que el desarrollo está evolucionando de formas muy desiguales y parcialmente incompletas”, declaró Steiner en una conferencia de prensa. ”¿Por qué esto es importante? No sólo porque crea más vulnerabilidad, también crea más miseria y pobreza prolongada, desigualdad creciente”.
Las crecientes desigualdades se ven agravadas por la concentración de la riqueza económica, señala el informe.
Hizo notar que cerca del 40 % del comercio mundial de bienes se concentra en tres o menos países. Y señaló que el valor bursátil de las tres mayores empresas tecnológicas en 2021 —Amazon, Apple y Microsoft— superaba el producto interno bruto de más del 90 % de los 193 países miembros de la ONU ese año.
Steiner dijo que las naciones del mundo deberían unir sus fuerzas para centrarse en las principales amenazas del siglo XXI, especialmente el cambio climático, la siguiente pandemia y la aparición de la economía digital y la inteligencia artificial. Pero en lugar de ello, advirtió, hay una división cada vez mayor y una frustración y polarización crecientes.
Dijo que una respuesta significativa ha sido la aparición del populismo, que está en contra de las élites y es hostil a la cooperación internacional. Señaló que “está dividiendo cada vez más a las sociedades, radicalizando el discurso político y, en esencia, volviendo más y más a las personas unas contra otras”.
El informe dice que el avance de la acción colectiva global para abordar los principales retos del mundo se ve obstaculizado por una “paradoja de la democracia” que está surgiendo: el 90 % de la población mundial respalda la democracia, pero por primera vez más de la mitad de los encuestados en un sondeo global expresaron su apoyo a dirigentes bajo cuyo liderazgo se corre el riesgo de que los cimientos de la democracia se vean socavados.
Los conflictos territoriales seguirán surgiendo, pero las amenazas a la seguridad humana en el siglo XXI requerirán más a menudo la capacidad de colaborar, afirmó Steiner.
“Nos estamos adentrando cada vez más en una situación en la que nuestra capacidad para resolver problemas se está viendo comprometida”, afirmó. “No detendremos el cambio climático con misiles. No detendrás la próxima pandemia en tu frontera con un tanque, y desde luego no vas a detener los ciberataques con misiles”.
Steiner dijo que es importante disminuir las tensiones, las percepciones erróneas y la desinformación “porque en realidad están siendo utilizadas como armas para poner a las personas unas contra otras”.
Dijo que también hay que examinar con mucho cuidado “dónde la desigualdad se ha vuelto tan extrema que en realidad erosiona la voluntad política de cooperar”.
El informe pide más gasto en bienes públicos mundiales que beneficien a todas las personas, entre otras cosas para estabilizar el clima y el planeta, aprovechar las nuevas tecnologías para mejorar el desarrollo humano, y mejorar el sistema financiero mundial con el fin de beneficiar a los países de bajos ingresos.
El Índice de Desarrollo Humano de la agencia mide aspectos clave para una vida larga y saludable, para adquirir conocimientos y para alcanzar un nivel de vida digno.
Con base en las últimas cifras disponibles de 2022, los 10 Estados con el índice de desarrollo humano más alto son Suiza, Noruega, Islandia, Hong Kong, Dinamarca, Suecia, Alemania e Irlanda empatados en séptimo sitio, y Singapur, Australia y Holanda empatados en el 10mo lugar. Estados Unidos está empatado con Luxemburgo en el 20mo sitio.
Los 10 países con el desarrollo humano más bajo eran Sierra Leona, Burkina Faso, Yemen, Burundi, Mali, Chad, Níger, la República Centroafricana, Sudán del Sur y Somalia. Todos están en África, salvo Yemen.
OMS señala que Covid-19 aún representa ‘una amenaza’ a cuatro años de la pandemia
Según la OMS no se debería bajar la guardia respecto a los contagios y secuelas de Covid-19, a pesar de haber pasado 4 años de la pandemia.
Pese al descenso de muertes por Covid-19, que se sitúa por debajo de las 4,000 semanales desde mediados de 2023, esta enfermedad sigue constituyendo una amenaza global por cuestiones como el síndrome post-covid o las posibles mutaciones, advirtió este jueves la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cuatro años después de su aparición, ¿el Covid-19 se convirtió en una enfermedad normal?
A diferencia de otras enfermedades como la gripe, el Covid experimenta varias olas al año. Por lo tanto, difícilmente se puede calificar de enfermedad invernal, pero un brote puede coincidir con la estación clásica de las epidemias, como es el caso en este momento.
Lejos del horror de los primeros tiempos de la pandemia, que comenzó hace cuatro años, el Covid-19 se volvió menos peligroso pero sigue siendo un problema importante de salud pública, con especificidades persistentes en comparación con otras enfermedades.
La normalización se acelera
El año 2023 marcó una nueva etapa en la normalización del Covid-19. La tendencia se aceleró ya el año anterior, después de unos 2020 y 2021 dominados por una pandemia de efectos históricos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) no considera desde mayo que el Covid constituya una emergencia internacional. Si bien sigue afirmando que la pandemia continúa, esa decisión es altamente simbólica.
El año también vio el final del «Covid cero». China, último gran país en aplicar esta política de excepción, que tiene por objeto eliminar la circulación de la enfermedad y no sólo limitarla, la abandonó a principios de año.
Un virus mucho menos peligroso
¿Por qué esta normalización? En primer lugar, porque una infección por covid parece hoy mucho menos peligrosa que en 2020, cuando numerosos países decretaron confinamientos sin precedentes frente a los efectos mortales del SARS-CoV-2, el virus causante de la epidemia.
Es el resultado de vacunas eficaces, distribuidas desde 2021, y de la inmunidad adquirida por la población en oleadas sucesivas de infecciones por el virus.
La letalidad, que corresponde al riesgo individual de morir después de una infección, «disminuyó mucho en comparación con la era pre-vacunal», afirma a la AFP Antoine Flahault, epidemiólogo de la universidad de Ginebra.
Es del orden de uno por mil o quizás menos», en tanto el riesgo se contaba en porcentaje al comienzo de la pandemia, subraya.
Un nivel comparable con una infección estacional por el virus de la gripe, aunque es arriesgado designar cuál de los dos es el más peligroso.
Un problema que sigue siendo importante
El Covid-19 se convirtió en una enfermedad respiratoria más. Pero sigue planteando importantes problemas de salud pública, a veces debido a sus particularidades.
A diferencia de otras enfermedades como la gripe, el Covid experimenta varias olas al año. Por lo tanto, difícilmente se puede calificar de enfermedad invernal, pero un brote puede coincidir con la estación clásica de las epidemias, como es el caso en este momento.
El Covid-19 es una de las enfermedades que progresan actualmente» en numerosos países, advirtió el domingo María Van Kerkhove, epidemióloga de la OMS.
Este auge está en parte relacionado con la aparición de una subvariante: el JN.1, explicó. Nueva declinación del Ómicron y versión dominante del virus desde hace dos años, no parece particularmente peligroso pero sí muy transmisible
El contagio sigue siendo alto
En general, esta es la gran particularidad del Covid en comparación con otras infecciones como la gripe.
«En un año, hay entre 5% y 10% de personas que contraen la gripe», pero muchas más contraen el Covid, señala Flahault, subrayando que esto hace aumentar mecánicamente la mortalidad a nivel poblacional, pese a que el riesgo individual sea limitado.
Sin embargo, el número exacto de muertes no está claro, ya que muchas están relacionadas con la enfermedad pero no le son atribuidas.
Las cifras oficiales de la OMS indican que desde el inicio de la epidemia, hace cuatro años, unos 7 millones de personas murieron por Covid, pero la propia organización admite que el nivel real probablemente sea de unos 20 millones o más.
COVID persistente
La COVID persistente ha sido durante todos estos años la gran incógnita de la pandemia. Los nuevos estudios ayudan a despejar la incertidumbre sobre el número de afectados, los posibles tratamientos o una cura potencial.
Se calcula que cerca del 20% de los pacientes diagnosticados y alrededor del 5% de todas las personas infectadas con SARS-CoV-2 desarrollan COVID persistente.
Fiebre, fatiga, tos o dolor de cabeza y garganta. Dificultad para respirar, afecciones gastrointestinales, dolores musculares y corporales o pérdida de gusto y olfato. Pocos son, a estas alturas, aquellos que no hayan sabido identificar algunos de los síntomas más frecuentes de la infección provocada por el virus que paralizó al mundo a comienzos del año 2020.
Sin embargo, mucho menos conocidas son las secuelas producidas a medio y largo plazo por la infección del virus SARS-CoV-2, las cuales, pudiendo durar meses, se aglutinan bajo términos conocidos como “Covid persistente”, «Covid-19 crónica» o «Síndrome pos-Covid 19».
La Covid persistente es una nueva afección que afecta a algunas personas que han sufrido la infección por el virus SARS-CoV-2, y que, como parecen demostrar los hechos, no guarda relación con el proceso sufrido por el paciente en la fase aguda de la enfermedad. De hecho, se trata de una afección de la que a día de hoy aún contamos con muy poca información, y sobre la cual, la falta de estudios rigurosos al respecto, ha instalado una incertidumbre generalizada sobre muchos de los aspectos que rodean a esta enfermedad.
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Agencias
Prensa LOV/CCGuerra