Cristóbal Colón, dicen las historias, lanzó esta frase al llegar a las costas orientales de nuestra patria. Los paisajes, los habitantes nativos, los animales, le parecieron merecer esta frase que solo aplicaba al paraíso de la Biblia.
Así lo han visto millares de migrantes que llegaron y llegan a nuestra patria. Así lo sentimos quienes por distintas circunstancias estamos lejos de lo que en el espíritu tenemos como nuestro.
Estos sentimientos los han manifestado venezolanos de excepción. En pintura, esencialmente el maestro Armando Reverón con sus paisajes de La Guaira. En letras desde Andrés Bello, y Rómulo Gallegos, y mil poetas fecundos amarrados a las bellezas de nuestro país. En la ciencia, entre muchos, el sabio Rafael Rangel, el Dr. Jacinto Convit, y Dr. Humberto Fernández Morán.
Incontables los que han apreciado y disfrutado, cantado bien la magia, el color, el encanto de nuestros cielo, de nuestro suelo. A quién no se le arruga el corazón, oyendo cantar a Simón «Sabana».
Lo pendiente es buscar el modo para sumar todos los hijos, sin excepción a sentirse hermanados en la tarea de proteger, de cuidar, de proyectar las potencialidades de esta tierra descrita tan bellamente por extraños y propios. Es una tarea dura y larga, pero indispensable. Unirnos más que odiarnos.
A nuestra mente viene constante la sentencia del maestro sencillo y sabio, Marco Tulio Ramírez Roa, Obispo y ser humano pleno: » Debemos amar a los hombres y detestar profundamente sus errores». Rechazar conductas más que rechazar personas. Algo así como promover el Dios que nos habita, y rechazar el diablo que trata de llenarnos el alma y el cuerpo. En lo preservar. Salvar y cuidar, los habitantes de cada región debe hacer lo propio con lo suyo. Y todos los venezolanos por igual con lo común.
Recién hablamos mucho del lago de Maracaibo. Allí nació, en su boca, viendo los Añu, el nombre de la patria. Pequeña Venecia, al ver las chozas de los indios sobre las aguas del lago de cristal que cantaron los poetas.
Pero no todos queremos igual, algunos queremos solo con la boca y las palabras. Necesitamos en el trabajo de recuperación del lago, sumar en primera línea los investigadores de la Universidad del Zulia que han dedicado su vida a estudiar y gritado en vano sus propuestas por décadas, sin ser oídos.
Lo reclaman las cenizas regadas en esas aguas del ingeniero marinero, Roger Navas, para descansar en paz. Necesitamos diputados y gobernantes que amen profundamente el Zulia y sus causas como prioridad de vida.
En nuestra experiencia de gobierno en la región zuliana, concluimos que es desde PDVSA desde donde debe salir la ejecución de una política de largo aliento para la recuperación del lago. Por eso acordamos con Chávez en 1999, la designación de un vicepresidente con voz y voto en la junta directiva de la empresa, con la tarea de proyectar todos los trabajos de refinación, exploración, traslado y refinación, con las preservación y salvación de la cuenca del lago y otros sistemas del país expuestos por las labores de explotación de hidrocarburos.
Ningún ministro o vicepresidente desde afuera de la empresa, tendrá forma de ser oído por los tecnócratas internos, sólo con una planificación de trabajo que tenga en cuenta como prioridad la salvación del lago podrá lograrse lo que reclamo Alí Primera, revolucionario pleno, armónico con los pájaros y los peces.
Parar el dragado, (solo se lamentarán los negociantes de este «trabajo» letal para el ecosistema), construir puertos de carga fuera de sus aguas, mejorar gasoductos y oleoductos hacia esos puertos, navegar al interior del estuario con embarcaciones que se ajusten a sus profundidades naturales. Y por supuesto, cuidar los derrames petroleros, manejar los residuos industriales y de los humanos que van hacia sus aguas.
Esto concluía el estudio de la empresa holandesa, experta en manejo de aguas que en dos ocasiones contratamos desde la gobernación del estado.
Sí es posible. Podemos hacerlo y estamos obligados por el momento que vive la humanidad, por las promesas de revolución que hemos dicho, para limpiar el corazón del Zulia que es el centro de la tierra de gracia que es Venezuela.
Allí, junto al lago, en Maracaibo, pensó Bolívar la capital de su patria Gran Colombiana. En el lago de Maracaibo nos compromete el trabajo fecundo para merecer el calificativo, para ser «tierra de gracia».
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FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS
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