Más de 30 participantes del retiro de Emaús, fueron despojados de sus pertenencias mientras vivían una experiencia religiosa. Los ladrones partieron el vidrio de una camioneta donde los líderes guardaban los objetos de valor.
Ni bien comenzaron a orar, ya los estaban robando. A los asistentes del retiro de Emaús, celebrado entre el 11 y el 13 de abril en el Seminario Juan XXIII del corregimiento del Salgar, Puerto Colombia, les robaron hasta la paz.
Más de 35 celulares, relojes y joyas fueron sustraídos del vehículo donde, por protocolo, los organizadores guardan las pertenencias personales para asegurar la concentración espiritual del grupo.
Todo parecía seguir el libreto tradicional de estos encuentros: llegar, entregar el teléfono, desconectarse del mundo y abrirse al mensaje de Dios. Pero mientras los participantes vivían su proceso de sanación interior, alguien allá afuera tenía otros planes.
Delincuentes, que sabían con exactitud el lugar y el momento, entraron al parqueadero del Seminario, rompieron el vidrio de una camioneta y se llevaron todo. Para la Policía, no hay duda: los ladrones conocían cómo funcionan estos retiros, y no descartan que uno de ellos haya asistido antes a uno o tuviera información interna.
Cuando el retiro finalizó y los líderes fueron a entregar los objetos, se encontraron con la camioneta violentada y las pertenencias desaparecidas. Un golpe seco a la confianza. Un choque entre la espiritualidad y la cruda realidad.
Peritos de la Sijín llegaron a levantar huellas y verificar cámaras de seguridad. La investigación está en curso, pero hay un sabor amargo que no se borra con rezos. Y no es un hecho aislado. En septiembre del año pasado, en ese mismo Seminario, un grupo de al menos 10 hombres armados ingresó, amordazó a sacerdotes y se robó todo, incluyendo el equipo de videograbación.
“El mensaje era recibir a Dios, pero también recibimos el impacto de la maldad humana”, dijo uno de los asistentes.
Para esta persona y las demás, el aprendizaje espiritual quedó marcado por un recuerdo doloroso: fueron víctimas mientras buscaban consuelo.
Una experiencia con Dios que terminó con un robo colectivo. Un retiro donde lo celestial se cruzó con lo mundano.
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Prensa LOV/Carmen Cecilia Guerra
Agencia