El cantor de san Felipe Mano Mente…

Clemente Briceño sin otro nombre ni otros apellidos, olor a trapiche y aguardiente, manos temblorosas y cara de un mozo los vecinos lo mientan el Chopo Clemente, descendientes de los timote-cuicas; el escenario es perfecto para contar esta historia, Trujillo un estado de nuestro país, que enamora a propios y extraños.

Entre neblina y frio, se escuchar el silbido de alegría que suena montaña arriba,  ¡allá viene el chopo Clemente!, se escucha la risas de los lugareños, es que de verdad,  verdaita, viene el alma de las fiestas y parrandas este paisano fue repentista, decimita, rezandero, el cantor de San Felipe y toditos esos pueblos que lo conocieron, repetía el chopo  ¡Soy el Rey de las parrandas!  ”Nunca he tenido  dinero, pero si  muchas alegrías  y  tristeza que ahogo con mis cantos” repetía.

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Un día podría estar en la Puerta, otro en la Lagunita, Pampa’n, la Mesa,  Mucuchies, Tuñame; donde hiciera falta allí estaba, el gochito,  su recorrido en burro, mula o en carro pero llegaba con su sombrero blanco y de impecable, camisa manga larga para el frio.

De cuando en vez un  cigarrito pá apaciguar el frio, pues nunca comió chimón pero de miche sí, porque entre canto y canto el trago va calentando su cuerpo, decía estar  muy orgulloso de sus 10 hijos,  dos se le murieron, su esposa y gran amor María Silveria, también se marchó al infinito muy joven, era  tan bella como las flores que adornan la serranía murió de parto y con ella su angelito, no hubo manera de bajarla al hospital, en esos cerros la miseria era tanta que las mujeres solo contaban con la partera o comadrona, la tía Lina no logro hacer el milagro, mis manos tiemblan pues imagino ese momento los llantos y gemidos tal como en cien años de soledad, distintos lugares la misma hambre y pobreza.

Una vez  Clemente le contaba a la  más toñeca, su muchachita la de cachetes de algodón,  “mija  uno nace y muere es la ley de Dios y ante ese designio no podemos hacer nada”, el hombre paso su vida labrando la tierra, cortando caña y la faena del trapiche y lo que más le gustaba rezar y cantar.

Cuando llegaba  Mayo la fiesta se ponía bonita, eran muchas las flores que adornaban la cruz de Mayo y en cada casa, brindaban aguardiente,  había café y comida; justo todo para esperar al llegar  Manomente  con su  cuatro que siempre lo acompañaba para esas fechas, era común llegar cantando en la cruz de la entrada de las casa, que se adornada con lindas flores, para bendecir la cruz, él se iba adentrando y frente al altar se quitaba el sombrero, se persignaba, “padre, hijo y espíritu santo amen”, y arrancaba a cantar, mientras tocaba el cuatro.

El cerro San Felipe solo eran unas cuantas casas muy retiradas pero que se podían avistar porque la forma de montañas eran lo permitía, los días más alegre para la familia eran los domingos, el padre  se convertía en el peluquero del pueblo, siempre el corredor estaba lleno amigos que venían a ser afeitados por las manos mágicas del hombre, que iba cantando en cada corte, los niños jugaban, gritaban, y comían caramelos que traían   los visitantes.

Un día le toco justo lo que nunca se imaginó, en pleno parto de Silveria, lo llama la comadrona y familia (Lina) o Carlina como realmente se llamaba esposa del tío pedro, con vestido de flores y voz dulce le dijo su mujercita se murió, “Hay rigor rigorcito” decía con lágrimas en los ojos y su corazón partido, y desde ese día siempre decía  “polvo eres y polvo serás”.

Para esa familia jamás la vida sería igual, por un buen tiempo anduvo melancólico, triste pero la faena y la más dura, era atender y mantener los nueve muchachos, pero poco a poco entre rezos a los difuntos, ponerle el agua, o los olios a los niños,  se fue pasando la tristeza por fuera porque por dentro llevaba sus cruz siempre recordó a su hermosa esposa la rosa de la montaña.

Ese olor que se siente llegando a Mendoza Fría pueblo del Estado Trujillo  ¡Dios mío esto me hace sentir que está aquí, justo ahora,  olor a panela, melcocha ,cuantas cañas de azúcar seguro fue mucha la que corto y proceso, justos las necesarias para ser lo alegre que fue.

En el año 1978 la familia se vino al Zulia la situación no estaba nada buena y buscar nuevos rumbos era una posibilidad, ya en Maracaibo, se regaron  unos hermanos para un lado y otros más allá pero siempre con la familia, eso de desprenderse de los hijos le dio duro a ellos, al viejo Clemente, le pego duro, la más pequeñita tenía nueve añitos, “esa con su tía María de la Cruz va a echar palente” decía siempre y desde ese momento Clemente se pasaba la vida de viaje.

Es que en Trujillo pasaba el tiempo alegre iba  igual manera, saludando hasta llegar a los Cerrillos, que por cierto, justo en la entrada hay un letrero que dice “Aquí nació Josefa Salvaran premio nacional de pintura, sigue uno subiendo, en la primera casa que se topa, allí en casa de los compadres de Clemente y es que todos fueron compadres y comadres, porque al fin de cuentas “el chopo” les ponía los olios o agua bautismal a todos  los niños.

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Llegando a los cerrillos  subiendo un poco está la iglesia de la virgen de Santa Rosalía, este andino bailó y cantó, allí  estaba  rey de la parranda nadie se atrevía a meterse con él, la gente lo cuidaba,  al ir subiendo un poco más justo al frente de la cruz  está el kiosco “EL gato” periódicos, café, cigarrillos y golosinas, se observa una foto su mirada y su cuatro, sombrero terciado. Que buen artículo de prensa comentan todos,  una reseña  que escribieron de él en el Diario el tiempo de Valera.

En los Cerrillos al pasar por la casa de Josefita, allí los recuerdos, su amiga, comadre novia, solo ellos dos seres lo sabrán, sería un sacrilegio asegurar algo así pero lo que fue seguro fue muy lindo. Más arriba la familia cuanta con siete u ocho casas, que cobijaron al cantor, pero una guarda los recuerdos el cuartico que lo acurrucaba en las noches frías, la casa de Lida y Hugo, esa sobrina que suelta las lagrimas al recordar a su tío Clemente, ese cuarto, esa casa y ese cariño de todos los muchachos se juntan con el recuerdo de la tía Úrsula que tanto lo peleaba y aconsejaba para bien, ella fue su apoyo al morir Silve.

Clemente paso parte de su vida entre dos tierras la fría y la caliente, siempre estando en Maracaibo decía “Valera, Valera, Valera y suspiraba ya eso indicaba que se quiera ir y así lo hacía en  la ciudad del sol amado, un día se enfermó, decían que la próstata, y bueno no falto mano amiga y familia todos estaba con él en el hospital Universitario las enfermeras lo atendían como un héroe, es que noche y día era enamorándolas y cantándoles, su habitación impregnaba alegría.

Pero, siempre hay un pero en la vida, salió bueno con un tratamiento que no podía oler ni de lejos el alcohol y bueno en plena feria de la virgen,  “el chopo” no aguanto y el miche lo traiciono, repico  el Teléfono a las 7, 8, 9 no importa la hora solo escuchar a un hermano que te dice papa murió, se desgarra el corazón, que cosa tan triste;  aun sin superar, en su funeral no cabía la gente familia amigos todos rezos, cantos,  miche , café.

El mismísimo gobernador Arias Cárdenas paisano del chopo envió su gente, y flores  en el cementerio, la cara de Don Tino Rodríguez el patrimonio de Falcón / Zulia, estaba allí con sus hijos, era que el ultimo adiós a un cantor y debe ser de altura, aquí sigo esperando cumplir la promesa de llevarlo  justo al lado de Silveria su gran amor, en Mendoza fría.

Él lo dijo en una crónica que le realizo un periodista en el diario El Tiempo,  así quedo escrito tal como lo dijo:” mi señora Dios me la tenga en la gloria. me dejo diez hijos que son la razón de mi vida. Esa legión de muchachos los he levantado a fuerza de trabajo dándoles buen ejemplo para que el día de mañana los vecinos digan ¡allá  van los hijos de Clemente la frente en alto y la conciencia limpia” el alma está en el Valle de Momboy con sus ríos, montañas quebradas, olores y sabores, las novias, familias recuerdan al cantor de San Felipe Clemente y allá van los hijos con la frente en alto.

Un cuento largo para un ser único en eso andamos contando historias para no olvidarlo a Manomente.

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Magali Briceño.

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